domingo, 30 de julio de 2017

"La Santa Misa: El Ser de la Misa"




LA SANTA MISA

   

  
E L   S E R   D E   L A   M I S A

“La Santa Misa es, sencillamente, la actualización del Sacrificio de Cristo en el Calvario, es el mismo Sacrificio, sólo que incruento. “La Santa Misa es el Sacrificio incruento de la Nueva Ley que conmemora y renueva el sacrificio del Calvario, en el cuál se ofrece a Dios, en Mística inmolación el Cuerpo y la Sangre de Cristo, bajo las Especies Sacramentales del Pan y del Vino, realizado por el mismo Cristo a través del legítimo Ministro para reconocer el Supremo Dominio de Dios y aplicarnos los méritos del Sacrificio de la Cruz”.
La Santa Misa es el sacrificio incruento de la Nueva Ley, que conmemora y renueva el del Calvario, en el cual se ofrece a Dios en Mística inmolación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las Especies Sacramentales del Pan y del Vino realizado por el mismo Cristo, a través del Legítimo Ministro para reconocer el supremo dominio de Dios y aplicarnos los méritos del Sacrificio de la Cruz. El Sacrificio de la Cruz y el Sacrificio del Altar son uno sólo e idéntico, sin más diferencia que el modo de ofrecerse: cruento en la Cruz e incruento en el Altar”. (Doctrina Católica).

La Mediator Dei, hermosa y profunda Encíclica del Santo e inolvidable Pío XII, dice al respecto: “La Sabiduría Divina ha encontrado el medio admirable de hacer manifiesto el Sacrificio del Redentor: La demostración de su muerte real en el Sacrificio del Altar”.

Monseñor Thiamer Tóth, extraordinario, prolífico y ferviente escritor, expresa: “La Santa Misa es un sangrar misterioso de las Llagas de Cristo; una renovación incesante del Sacrificio de la Cruz, La Santa Misa es un Gólgota, porque derrama un diluvio de Gracias desde la Cruz”.

Ese sentido místico, personal del Santo Sacrificio se ha perdido, y por ello, se ha anulado el recogimiento, el Espíritu Contemplativo y la resección de Gracias.

“La Santa Misa es el Sacrificio ofrecido a Dio, por manos de un Ministro consagrado, en reconocimiento de la Soberanía del Altísimo”. (Valdello).

El Concilio de Trento explica larga y claramente la esencia de la Misa. Su Santidad el Papa León XIII, en su Encíclica Mirae Caritatis sintetiza la idea del Concilio Tridentino: “El Sacrificio de la Misa es, no una vana y vacía conmemoración de la muerte de Cristo, sino una verdadera y admirable, aunque mística e incruenta, renovación de ella”.

Y en la Encínclica Miserentícimus Redemptor de su Santidad Pío XII, leemos: “Conviene que recordemos siempre que toda la Virtud de la expiación cruenta se renueva cada día en nuestros Altares”.

“La Eucaristía ó Santo Sacrificio de la Misa es el Memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la Obra de Salvación realizada por la vida, la muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Obra que se hace presente por la acción Litúrgica”. (Catecismo Romano 1490).

La Santa Misa es sustancialmente, el mismo Sacrificio de la Cruz con todo su valor infinito: La misma víctima Cristo; por consiguiente, la misma Oblación, el mismo Sacerdote principal, a través del Sacerdote Ministerial. No hay más que algunas diferencias accidentales.

“Una y la misma víctima, es la víctima que ahora se ofrece por Ministerio de los Sacerdotes y que se ofreció entonces en la Cruz; solo es distinto el modo de ofrecerse”. (Densinger 940).

Idéntico es el Sacerdote Jesucristo, cuya divina persona está representada por el Sacerdote Ministerial: la misma víctima, Jesucristo en el Calvario, Jesucristo en el Altar; en el sentido empleado por la Sagrada Escritura. El memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado; sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la Celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen en cierta forma presentes y actuales, de esta manera Israel entiende su liberación de Egipto. Cada vez que es celebrada la Pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes, a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos.

“El Memorial recibe en un sentido nuevo, en el Nuevo Testamento, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente. En el Sacrificio que Cristo ofreció una vez para siempre. En la Cruz permanece siempre actual. Cuantas veces se renueve en el Altar el Sacrificio de la Cruz, en el que Cristo nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra Redención”. Extraída esta preciosa enseñanza ó más bien confirmación, del Catecismo de la Iglesia Católica.

Éramos aún pequeños cuando sin tener una plena comprensión, ya identificábamos la Pasión de Cristo con la Santa Misa y, así con esa base, fuimos poco a poco penetrando más en el concepto y el hecho del Sacrificio del Calvario y el Sacrificio del Altar. Siendo la Iglesia Universal en tiempo, espacio, origen, fin, medios; es muy importante que el idioma sea también universal; ya que el que conoce el ser, la esencia y la naturaleza de la misma, se incorpora indudablemente, al Santo Sacrificio y se empeña en responder el idioma usado en antaño en la Santa Misa, incorporándose a la traducción, mediante los antiguos misales, eso para los fieles. Pues para el Rito del Sacrificio el idioma era unificador. ¡Imposible! en otro tiempo contemplar el mismo Sacrificio con diferencias sobre todo la Consagración que es invariable e insustituible; ya que es la esencia de la misma.

Asisto a Misa, estoy presente en el Calvario de Cristo; estoy con el mismo Cristo, con el Eterno Padre. Asistamos al Santo Sacrificio de la Misa, como quien asiste al calvario y desde luego no entraremos en vana tristeza, sino en paz y alegría, la alegría de los hijos de Dios, porque estaremos en la intimidad con Cristo, quién transformará nuestras almas y nos dará luz y sabiduría, conocimiento y penetración: unidos todos en un amor sin límites al Cristo de la Cruz, al Cristo de la Eucaristía.

Asistamos a la Santa Misa siempre que podamos, además de los Domingos y días festivos. Unámonos a Cristo mediante el Sacerdote y elevemos nuestras plegarias al Padre Eterno, iluminados por el Espíritu Santo y así, lograremos un mundo seguro, alegre y justo.



Sor Clotilde

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