LA
SANTA MISA
La Mística
de la Misa
INTRODUCCIÓN
Cosas sublimes se han escrito sobre la Santa Misa:
libros profundos y seriamente teológicos, otros, completamente didácticos,
algunos a modo de catequesis para el pueblo. Indudablemente que nunca ha
faltado la información sobre la Santa Misa; sin embargo, una servidora como
miembro de una comunidad que se dedica, entre otras cosas, a la difusión de la
Literatura Católica, desea aportar, con sencillez y piedad, una exposición
personal sobre el Santo Sacrificio y recordar la perenne doctrina de la Santa
Misa y, así instruir al pueblo católico que parece no saber o haber olvidado lo
que es la esencia de la Misa.
Estamos frente a una sociedad que ha perdido la
conciencia y ha llegado “felizmente” a una inversión insólita de toda clase de
valores que le permite vivir sin ley, sin reglas y, con una falsa libertad que
da pavor. Pero esta manipulación que ha conducido al desajuste de principios y
valores, no se ha quedado exclusivamente en el aspecto natural del individuo;
sino que ha arrasado, del mismo modo, los Valores Religiosos y, entre ellos, la
falta de respeto al Recinto Sagrado, al Culto Divino, hasta llegar al centro de
la Liturgia y de la vida cristiana, el Santo Sacrificio de la Misa, donde el sacrificio
queda impíamente reducido en una fiesta, donde todo es importante menos Dios.
El cristiano no recuerda ya lo que es la Misa y, busca
en ella, como en todo, en este mundo sibarita y placentero, la propia
satisfacción: “Dios es para mí, y no yo para Dios”. Eso de que nacimos para dar
gloria a Dios y salvarnos quedó en el pasado.
Se dice que hoy, en esta época tecnologizada… hay una
gran “cultura” y, por tanto, vemos que, por alcanzar un poco de saber, se ha
perdido la sabiduría. Una humanidad que abarrota universidades, pero que poco
sabe de lo que aprende y nada de lo que estudia. Sin conocer la más elemental
urbanidad asiste en pants, en shorts a la Iglesia, grita en todas partes, sin
apreciar donde se encuentra. No se diga del vestuario con que acude al Templo,
sobre todo si hay una ceremonia, no me refiero sólo a las ridiculeces, sino
peor a las deshonestidades con que llegan a la Casa de Dios. Me pregunto:
¿Porqué los Sacerdotes no defienden la dignidad del Templo y la Infinita
Grandeza de Dios?
La mayoría, con raras excepciones, llega al templo, se
sienta y si hay con quién conversar, mientras empieza la Liturgia, se comunica
en cualquier tono y de cualquier tema, olvidándose de que Jesucristo permanece
en el Sagrario con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. No
se saluda con respeto, veneración y adoración al Rey de reyes y Señor de los
señores.
Ya hemos olvidado, desde el fondo del ser, la grandeza
infinita del Santo Sacrificio de la Misa, así como a la Santísima víctima de la
Misa: Jesucristo Dios y Hombre Verdadero. La Misa suele ser para cada quién, lo
que decide o interpreta: Las Lecturas, los cantos, la piedad del Sacerdote, la
convivencia, pero nunca el profundo concepto de lo que es la Santa Misa.
CUAL FUERE TU MISA, TAL SERÁ TU FE
“Cual fuere tu
Misa, tal será tu fe, cual fuere tu fe; será tu moral, cual fuere tu moral; tal
será tu vida, cual fuere tu vida acá en la tierra, también lo será allá arriba
en la Eternidad” (Monseñor Thiamer Tóth).
R E F L E X I Ó N
Asistir a la Santa Misa y vivirla, es penetrar el Santuario
infinito de la Trinidad… es conocer a Cristo en su infinitud… es prepararse,
para llegar al Ofertorio y unirse a Cristo para ofrendarse con ÉL al Padre, por
el mundo y por la Iglesia, siempre asistidos por el Espíritu Santo.
Vivir el Santo Sacrificio, es sentir intensamente la Presencia inefable del
Padre Eterno, a quién se ofrece el sacrificio; es llegar a la Consagración para
que, avivando la Fe, contemplemos al Padre Eterno que recibe el Sacrificio de Jesucristo
para su Gloria y para la salvación del mundo.
Vivir la Misa, es contemplar la Pasión de Cristo, en aquél ayer
lejano que se convierte en un presente real y, aunque incruento, no deja de ser
el mismo Sacrificio del Gólgota.
Vivir la Misa, es entablar, aunque indignamente, pero en verdad, un
diálogo con el Padre Eterno, a través de Cristo, iluminados y fortalecidos por
el Espíritu Santo. Es un diálogo para decir al Padre, a través de su Hijo,
Camino, Verdad y Vida, que le amamos, le pedimos perdón por nuestros yerros, le
imploramos misericordia y le ofrecemos nuestra vida.
Sor
Clotilde
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