jueves, 27 de julio de 2017

"La Santa Misa, La Mística de la Misa"





LA SANTA MISA

La Mística de la Misa






INTRODUCCIÓN

Cosas sublimes se han escrito sobre la Santa Misa: libros profundos y seriamente teológicos, otros, completamente didácticos, algunos a modo de catequesis para el pueblo. Indudablemente que nunca ha faltado la información sobre la Santa Misa; sin embargo, una servidora como miembro de una comunidad que se dedica, entre otras cosas, a la difusión de la Literatura Católica, desea aportar, con sencillez y piedad, una exposición personal sobre el Santo Sacrificio y recordar la perenne doctrina de la Santa Misa y, así instruir al pueblo católico que parece no saber o haber olvidado lo que es la esencia de la Misa.

Estamos frente a una sociedad que ha perdido la conciencia y ha llegado “felizmente” a una inversión insólita de toda clase de valores que le permite vivir sin ley, sin reglas y, con una falsa libertad que da pavor. Pero esta manipulación que ha conducido al desajuste de principios y valores, no se ha quedado exclusivamente en el aspecto natural del individuo; sino que ha arrasado, del mismo modo, los Valores Religiosos y, entre ellos, la falta de respeto al Recinto Sagrado, al Culto Divino, hasta llegar al centro de la Liturgia y de la vida cristiana, el Santo Sacrificio de la Misa, donde el sacrificio queda impíamente reducido en una fiesta, donde todo es importante menos Dios.
El cristiano no recuerda ya lo que es la Misa y, busca en ella, como en todo, en este mundo sibarita y placentero, la propia satisfacción: “Dios es para mí, y no yo para Dios”. Eso de que nacimos para dar gloria a Dios y salvarnos quedó en el pasado.

Se dice que hoy, en esta época tecnologizada… hay una gran “cultura” y, por tanto, vemos que, por alcanzar un poco de saber, se ha perdido la sabiduría. Una humanidad que abarrota universidades, pero que poco sabe de lo que aprende y nada de lo que estudia. Sin conocer la más elemental urbanidad asiste en pants, en shorts a la Iglesia, grita en todas partes, sin apreciar donde se encuentra. No se diga del vestuario con que acude al Templo, sobre todo si hay una ceremonia, no me refiero sólo a las ridiculeces, sino peor a las deshonestidades con que llegan a la Casa de Dios. Me pregunto: ¿Porqué los Sacerdotes no defienden la dignidad del Templo y la Infinita Grandeza de Dios?

La mayoría, con raras excepciones, llega al templo, se sienta y si hay con quién conversar, mientras empieza la Liturgia, se comunica en cualquier tono y de cualquier tema, olvidándose de que Jesucristo permanece en el Sagrario con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. No se saluda con respeto, veneración y adoración al Rey de reyes y Señor de los señores.

Ya hemos olvidado, desde el fondo del ser, la grandeza infinita del Santo Sacrificio de la Misa, así como a la Santísima víctima de la Misa: Jesucristo Dios y Hombre Verdadero. La Misa suele ser para cada quién, lo que decide o interpreta: Las Lecturas, los cantos, la piedad del Sacerdote, la convivencia, pero nunca el profundo concepto de lo que es la Santa Misa.


CUAL FUERE TU MISA, TAL SERÁ TU FE

“Cual fuere tu Misa, tal será tu fe, cual fuere tu fe; será tu moral, cual fuere tu moral; tal será tu vida, cual fuere tu vida acá en la tierra, también lo será allá arriba en la Eternidad” (Monseñor Thiamer Tóth).

R E F L E X I Ó N

Asistir a la Santa Misa y vivirla, es penetrar el Santuario infinito de la Trinidad… es conocer a Cristo en su infinitud… es prepararse, para llegar al Ofertorio y unirse a Cristo para ofrendarse con ÉL al Padre, por el mundo y por la Iglesia, siempre asistidos por el Espíritu Santo.

Vivir el Santo Sacrificio, es sentir intensamente la Presencia inefable del Padre Eterno, a quién se ofrece el sacrificio; es llegar a la Consagración para que, avivando la Fe, contemplemos al Padre Eterno que recibe el Sacrificio de Jesucristo para su Gloria y para la salvación del mundo.

Vivir la Misa, es contemplar la Pasión de Cristo, en aquél ayer lejano que se convierte en un presente real y, aunque incruento, no deja de ser el mismo Sacrificio del Gólgota.

Vivir la Misa, es entablar, aunque indignamente, pero en verdad, un diálogo con el Padre Eterno, a través de Cristo, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo. Es un diálogo para decir al Padre, a través de su Hijo, Camino, Verdad y Vida, que le amamos, le pedimos perdón por nuestros yerros, le imploramos misericordia y le ofrecemos nuestra vida.



Sor Clotilde

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