DIDACHÉ
O
LA
DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Y
CARTAS
DE SAN CLEMENTE ROMANO
Padres
apostólicos I
“La presentación de este escrito
debe aumentar el amor a la Iglesia Católica; ya que penetramos directa o indirectamente
a la Doctrina de los Apóstoles, a través de los Padres Apostólicos.
Conozcamos, la Sagrada Escritura,
pero no por laicos mal preparados. Si la hemos de estudiar que sea bajo la enseñanza
de los Sacerdotes, quienes por su saber están obligados a enseñar con rectitud y
sabiduría la Palabra Infinita y Eterna del Dios que es, fue y será por siempre.
Si aman la Iglesia estudien no sólo
la Sagrada Escritura, las Encíclicas de los Papas, toda enseñanza del Magisterio
Eclesiástico, la Historia de la Iglesia que es la Historia paralela de Dios y el
hombre”.
Con el nombre de Padres Apostólicos
se conoce una serie, no muy numerosa, de escritores, anónimos algunos, que trataron
o se supone haber tratado en vida a los Apóstoles. La denominación se remonta
al patrólogo J. B. Cotelier, que en 1671 editó a cinco de estos escritores bajo
el título de Patres aevi apostolici:
Bernabé, Clemente Romano, Ignacio, Policarpo y Hermas. Luego se añadió también
a Papías y la carta a Diogneto, con lo que resultaron siete Padres Apostólicos.
Desde el principio también se acostumbró editar como apéndice a los escritores
de San Ignacio y San Policarpo, la relación de su martirio. La Didaché, parece ser el escrito cristiano,
no canónico, más antiguo que conocemos, anterior incluso a algunos libros del Nuevo
Testamento, figura también por derecho propio en las colecciones de Padres
Apostólicos.
La crítica, naturalmente, ha
apurado mucho todo lo referente a esos Padres y sus escritos, y en realidad de
verdad, fuera de San Policarpo, auditor
joannis por testimonio de Irineo, apenas queda nadie de quien pueda
asegurarse con certeza que conoció a los apóstoles. Sin embargo, la
denominación vale la pena guardarla, y lo mismo el conjunto de obras que
acogía, que son, en todo caso, eco vivo de la predicación apostólica.
Parece superfluo ponderar su
interés, más que cada uno de esos escritos tiene el suyo peculiar, objeto que
será de estudio especial en lugar oportuno. La Colección Excelsa, que se inició justamente con la publicación de
las admirables Cartas de San Ignacio Mártir, va a ofrecer, en volúmenes
sucesivos, la versión completa de los demás Padres Apostólicos. A este primer
volumen, que contiene, la Didaché y
las cartas de San Clemente Romano, seguirá próximamente otros que incluirá la
epístola de San Bernabé, la Epístola a Diogneto, el martirio de Policarpo y los
fragmentos de Papías. Un tercero y último volumen se dedicará íntegro al pastor
de Hermas.
Creemos sinceramente que la
publicación en lengua castellana de estos memorables momentos de la primitiva
Iglesia ha de reportar un gran bien para la espiritualidad cristiana española.
Todos los que sienta sed, que vengan aquí a las fuentes, las que manan más
inmediatas a la pura corriente evangélica y apostólica. Despues de los libros
divinamente inspirados, Evangelios, Hechos y cartas de los Apóstoles, no hay
escritos que nos den una impresión tan inmediata, tan íntima, tan cálida del
alma de la Iglesia, como este conjunto de breves obras que van, desde la
anónima Didaché, al Pastor de Hermas.
Son, si bien no todos en el mismo grado, la ausencia de literatura y la
plenitud de sinceridad y vida divina. Son escritos nacidos todos, o casi todos,
en el seno mismo de la Comunidad primitiva, sin mirar, como hacen luego los
apologistas, al mundo pagano, y por eso los orea a todos un aire de intimidad,
como si nos hubiera sido dado sorprender una de aquellas reuniones dominicales
y escuchar la voz del obispo de Roma bajo las catacumbas, o una íntima
conversión de Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna. Y es tanto mayor la
urgencia de esta publicación cuanto que, hoy, la mayor parte de los escritos de
los Padres Apostólicos son, aun para los estudiosos, casi absolutamente
inaccesibles. Algunos no los recoge la gran colección de Migne, o lo hace sólo en
parte y en muy deficientes versiones, porque los textos originales completos se
descubrieron más tarde. Las ediciones científicas no son ya tampoco asequibles,
y bastante lo lamentamos. No dudamos, pues, que para la inmensa mayoría estos
humildes volúmenes han de constituir una verdadera y no poco grata revelación.
Nunca nos cansamos de contemplar
la faz de nuestra vieja y eternamente joven Madre la Iglesia. El gran Newman
empezó así a conocer el rostro de su verdadera Madre, la Iglesia Católica: “Con
la Iglesia oficial (anglicana)… comparaba yo aquel poder vigoroso y fresco que
encontraba en mis lecturas de los primeros siglos. En su celo triunfante por
este misterio primitivo, al cual yo tanta devoción tenía desde mi juventud,
reconocí “el movimiento de mi Madre espiritual: Incessu potuit dea. El vigor de su ascética, la paciencia de sus
mártires, la irresistible determinación de sus obispos, el paso regocijado de
su marcha, me exaltaban y abatían a la vez. Me decía a mí mismo: Mira este
cuadro y este otro…”
VERSIÓN Y
NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL
RUIZ BUENO C. M. E.
Catedrático
de Lengua Griega.
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