miércoles, 26 de julio de 2017

"Didaché o, La Doctrina de los Doce Apóstoles y Cartas de San Clemente Romano, Los Padres Apostólicos I"




 DIDACHÉ
O
LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES
Y
CARTAS DE SAN CLEMENTE ROMANO
Padres apostólicos I






“La presentación de este escrito debe aumentar el amor a la Iglesia Católica; ya que penetramos directa o indirectamente a la Doctrina de los Apóstoles, a través de los Padres Apostólicos.
Conozcamos, la Sagrada Escritura, pero no por laicos mal preparados. Si la hemos de estudiar que sea bajo la enseñanza de los Sacerdotes, quienes por su saber están obligados a enseñar con rectitud y sabiduría la Palabra Infinita y Eterna del Dios que es, fue y será por siempre.
Si aman la Iglesia estudien no sólo la Sagrada Escritura, las Encíclicas de los Papas, toda enseñanza del Magisterio Eclesiástico, la Historia de la Iglesia que es la Historia paralela de Dios y el hombre”.
Con el nombre de Padres Apostólicos se conoce una serie, no muy numerosa, de escritores, anónimos algunos, que trataron o se supone haber tratado en vida a los Apóstoles. La denominación se remonta al patrólogo J. B. Cotelier, que en 1671 editó a cinco de estos escritores bajo el título de Patres aevi apostolici: Bernabé, Clemente Romano, Ignacio, Policarpo y Hermas. Luego se añadió también a Papías y la carta a Diogneto, con lo que resultaron siete Padres Apostólicos. Desde el principio también se acostumbró editar como apéndice a los escritores de San Ignacio y San Policarpo, la relación de su martirio. La Didaché, parece ser el escrito cristiano, no canónico, más antiguo que conocemos, anterior incluso a algunos libros del Nuevo Testamento, figura también por derecho propio en las colecciones de Padres Apostólicos.
La crítica, naturalmente, ha apurado mucho todo lo referente a esos Padres y sus escritos, y en realidad de verdad, fuera de San Policarpo, auditor joannis por testimonio de Irineo, apenas queda nadie de quien pueda asegurarse con certeza que conoció a los apóstoles. Sin embargo, la denominación vale la pena guardarla, y lo mismo el conjunto de obras que acogía, que son, en todo caso, eco vivo de la predicación apostólica.
Parece superfluo ponderar su interés, más que cada uno de esos escritos tiene el suyo peculiar, objeto que será de estudio especial en lugar oportuno. La Colección Excelsa, que se inició justamente con la publicación de las admirables Cartas de San Ignacio Mártir, va a ofrecer, en volúmenes sucesivos, la versión completa de los demás Padres Apostólicos. A este primer volumen, que contiene, la Didaché y las cartas de San Clemente Romano, seguirá próximamente otros que incluirá la epístola de San Bernabé, la Epístola a Diogneto, el martirio de Policarpo y los fragmentos de Papías. Un tercero y último volumen se dedicará íntegro al pastor de Hermas.
Creemos sinceramente que la publicación en lengua castellana de estos memorables momentos de la primitiva Iglesia ha de reportar un gran bien para la espiritualidad cristiana española. Todos los que sienta sed, que vengan aquí a las fuentes, las que manan más inmediatas a la pura corriente evangélica y apostólica. Despues de los libros divinamente inspirados, Evangelios, Hechos y cartas de los Apóstoles, no hay escritos que nos den una impresión tan inmediata, tan íntima, tan cálida del alma de la Iglesia, como este conjunto de breves obras que van, desde la anónima Didaché, al Pastor de Hermas. Son, si bien no todos en el mismo grado, la ausencia de literatura y la plenitud de sinceridad y vida divina. Son escritos nacidos todos, o casi todos, en el seno mismo de la Comunidad primitiva, sin mirar, como hacen luego los apologistas, al mundo pagano, y por eso los orea a todos un aire de intimidad, como si nos hubiera sido dado sorprender una de aquellas reuniones dominicales y escuchar la voz del obispo de Roma bajo las catacumbas, o una íntima conversión de Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna. Y es tanto mayor la urgencia de esta publicación cuanto que, hoy, la mayor parte de los escritos de los Padres Apostólicos son, aun para los estudiosos, casi absolutamente inaccesibles. Algunos no los recoge la gran colección de Migne, o lo hace sólo en parte y en muy deficientes versiones, porque los textos originales completos se descubrieron más tarde. Las ediciones científicas no son ya tampoco asequibles, y bastante lo lamentamos. No dudamos, pues, que para la inmensa mayoría estos humildes volúmenes han de constituir una verdadera y no poco grata revelación.
Nunca nos cansamos de contemplar la faz de nuestra vieja y eternamente joven Madre la Iglesia. El gran Newman empezó así a conocer el rostro de su verdadera Madre, la Iglesia Católica: “Con la Iglesia oficial (anglicana)… comparaba yo aquel poder vigoroso y fresco que encontraba en mis lecturas de los primeros siglos. En su celo triunfante por este misterio primitivo, al cual yo tanta devoción tenía desde mi juventud, reconocí “el movimiento de mi Madre espiritual: Incessu potuit dea. El vigor de su ascética, la paciencia de sus mártires, la irresistible determinación de sus obispos, el paso regocijado de su marcha, me exaltaban y abatían a la vez. Me decía a mí mismo: Mira este cuadro y este otro…”
VERSIÓN Y NOTAS
POR EL
RVDO. P. DANIEL RUIZ BUENO C. M. E.
Catedrático de Lengua Griega. 

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