jueves, 23 de enero de 2014

La Fe (cont).

¿BASTARÁ CON LA FE SOLA?

La Fe es cimiento de la estructura espiritual, pero sin el cultivo de la Esperanza en Dios y en sus promesas se llegará a la indiferencia, y la indiferencia no propicia un buen terreno para la Fe; pues si se torna a indiferente a la Esperanza aquello que debiera esperar con entusiasmo, no podrá la Fe prolongarse su vida por gran tiempo.

La caridad, que es el Amor y la unión con Dios y de ello al prójimo y a toda criatura, mediante la Gracia santificante y la oración es calor ardiente que empuja y entusiasma a la Fe a penetrar con mayor profundidad en los misterios. La Fe sin caridad muere, es inconcebible creer y no amar.

"Si tuviere tanta Fe que trasladara los montes y no tuviere caridad, nada soy" (I Cor. XIII-2). 

"Para Jesucristo no vale la circuncisión, ni la incircuncisión, sino sólo la Fe que obra por la caridad" (Gal. V-6).

El que diga que tiene Fe y no tiene amor de Dios y por ello tibia conducta, está falseando la verdad y carece del verdadero temor de Dios, que es un Don del Espíritu Santo: "El que no tiene temor de Dios no puede ser justificado" (Eclco. I-28).

Pero el cristiano no sólo ha de hacer crecer la Esperanza y la Caridad para conservar y aumentar su Fe: No. Es menester arrojar de sí los vicios y plantar virtudes como la humildad, diligencia, castidad, entrega, prudencia, justicia, fortaleza .....

"La Fe es una ciudad de refugio y las buenas obras son la guarnición que la defienden", (San Jerónimo).

San Agustín nos dice: "La Fe es una planta y las buenas obras son el jugo que las alimenta".

Pero conservar la Fe, la Esperanza y la Caridad, así como hacer nacer y crecer las otras virtudes supone esfuerzo, sacrificio, penitencia, y sin esto no logramos las virtudes, y sin las virtudes no amamantamos la Fe. San Lucas nos dice:" Si no hacéis penitencia pereceréis todos".

"El hombre adquiere la justificación con las obras y no con la Fe sola" (Jac. 11-24).

Si bastara la Fe, ¿para qué hubiera el Padre Eterno dado su Ley y exigir que la cumpliéramos como condición para llegar al cielo?

Convenzámonos que la Fe sola pero sin obras está muerta, del mismo modo que un cuerpo sin alma.

Sea la Fe motivo de nuestro crecimiento espiritual, y nuestras buenas obras alimento de la Fe.


XI.- FE Y GRACIA.

En la medida que el Cristiano vive en la Gracia Saritificante; en esa medida apoya su Fe, la hace crecer y penetrar los misterios.

La Gracia Santificante es un Don de Dios que eleva nuestra simple naturaleza humana a una relación con Dios, ya no sólo de simples creaturas, sino de hijos adoptivos de El. En esa amistad con Dios sucede que si conservamos la Gracia y la aumentamos, hay una unión más íntima y estrecha con el Señor que nos va haciendo triunfar de la muerte del pecado, de la horrible tibieza, de la malas' costumbres, substituyendo la obscuridad por la luz especial de la Gracia.

Como consecuencia lógica de ese trato con Dios por el estado de Gracia, el alma está clara, limpia y, por tanto, la Fe se vuelve nítida, iluminada. Además, como la Fe es una virtud, y Teologal, esa unión con Dios mediante la Gracia, que es jardín de virtudes, no podía, en modo alguno, dejar de ser alimento de la Fe.

Si queremos ser felices aquí en la tierra y posteriormente llegar al Cielo cumpliendo antes nuestra vocación Universal y particular, vivamos la vida de la Gracia mediante los Sacramentos, sobre todo los Sacramentos de la Penitencia y la Sagrada Comunión, y así, viviendo en Gracia, nuestra vida será siempre iluminada por la Luz de la Fe, la cual nos librará de claudicar, de caer en desesperación, y sobre todo, de morir eternamente.


XII.- DEBERES DEL CRISTIANO CON LA FE.

Los deberes para con la Fe, nacen y tienen sus consecuencias en el crecimiento de la misma Fe viva. Si tenemos Fe es necesario conocerla, aumentarla, profesarla, confesarla y preservarla, y si así lo hacemos, nuestra Fe será, inconmovible y perenne. No olvidemos que en la medida en que cumplamos con estos deberes, en esa medida haremos crecer nuestra Fe.

Conocer nuestra Fe, es conocer el don divino de la Fe que es el instrumento con el cual hemos de creer. Conocer nuestra Fe es, también, conocer el objeto de nuestra Fe que es toda la revelación divina, todas las verdades, deberes y acciones de culto que encierra nuestra Religión. Conocer nuestra Fe es conocer a la Santa Madre Iglesia Católica que es la custodia de nuestra Santa Religión y Madre y Maestra de todo bautizado. Conocer nuestra Fe es conocer a Dios mediante los anteriores conocimientos y vivir una vida de piedad.

Profesarla.- Profesar nuestra Fe ya no sólo es creer sino vivir toda verdad revelada de acuerdo con la Santa Madre Iglesia. Ser, por la Fe vivida, un verdadero cristiano.

Confesarla.- con nuestra vida, con nuestros hechos y nuestras palabras sin temor, ni miedo, ni "respetos humanos"; si es posible por confesarla perder la vida. No hemos de temer a quienes matan al cuerpo, sino a aquellos que matan el alma.

Preservarla.- La Fe es un Don divino que ha de conservarse y darle crecimiento, no ha de exponerse al peligro, y sí desarrollado mediante actos de Fe. Los cristianos actuales de pacotilla, que viven una vida libertina en todos los aspectos, aquellos que lo mismo asisten a una reunión masónica que a una Misa; los que se sienten bien en cualquier templo protestante, los que por falsa caridad conviven con los hijos de Lutero, los que prefieren la meditación yogui y no los imperecederos ejercicios de San Ignacio o, por lo menos los pensamientos ciertos, breves y sencillos de algunos autores modernos que se adaptan a la poca reflexión de hoy; los que por adelgazar y conservarse jóvenes se reúnen en las conferencias macrobióticas o vegetarianas que no son sino medios para embaucar a los incautos y caer en las garras de la mentira. Todos estos, es imposible que conserven la Fe, ya que no saben defenderla.

La Fe es delicada y fina y puede hacerse de ella, y con ella una fortaleza, pero si se le abandona, se marchita y muere y al morir ella, ya hemos muerto nosotros.

Conozcamos nuestra Fe, profesémosla, confesémosla, y sobre todo preservémosla, y ella nos conducirá a remotas mansiones espirituales.

Mas no nos conformemos con poseerla, sino propaguemos la Doctrina de la Fe.

Uno de los defensores más entusiastas del hereje Arrio, fue el emperador Valente, que quería atraer al arrianismo al Santo Obispo Basilio. Modesto, prefecto del pretorio, fue encargado de la ejecución. Para ello Modesto se fue a Cesarea y empleó todos los medios de persuación que estaban a mano. A las palabras de Modesto respondió el santo: En mi calidad de guardián puesto y consagrado para velar sobre la Doctrina Católica, yo la defenderé al precio de mi sangre y de mi vida. Id a decirlo al Emperador. Modesto, irritado por tal resistencia, le dijo: Os doy la noche para pensarlo.

Es inútil, respondió Basilio, yo seré mañana lo mismo que soy hoy .- El prefecto recurrió entonces a hacerle grandes promesas, pero todo fue en vano. Vencido por tal resistencia volvió al Emperador y le dijo: "Hemos sido vencidos por ese Obispo, está sobre toda amenaza y promesa."



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