sábado, 4 de enero de 2014

La Fe (cont).

IV.- LA FE ES ABSOLUTAMENTE NECESARIA.

"Sin la Fe es imposible agradar a Dios" (Hebreos XI, 6).

Aun en el orden humano, la dicha terrena la proporciona, en parte, la fe prudente que podamos tener en nuestros semejantes y en las circunstancias de la vida.

Hoy que el mundo ha perdido el sentido de la responsabilidad y del deber, que ha invertido y falseado los valores y que lucha afanosamente, y en muchos casos con poca o nula honradez, por el poder, el placer y el dinero; hoy que somos testigos diariamente de fraudes - en otros tiempos inconcebibles- de infamias que claman a la justicia divina, de crímenes que nos parecen, más que una realidad, una pesadilla; de accidentes cuya causa es la inconciencia, de irresponsabilidades no creíbles y, en fin, de tantos otros acontecimientos... La fe en la humanidad casi se ha extinguido y sentimos el naufragio de la fe humana y con ella la desconfianza de unos y de otros y de unos con otros; de donde se sigue la inseguridad y la angustia; y por tanto, frente a este panorama ya nadie puede hablar de paz, ya que no estando en orden la vida, no podemos gozar de dicha y de paz y menos aún de felicidad.

Esa es ahora nuestra triste realidad, aunque mitigada y disfrazada.

Esto ha de darnos un aspecto muy claro del estado de la persona que no tiene fe y que, si perdiendo la fe humana nuestra vida se convierte en Purgatorio, lógicamente, si nos falta la fe sobrenatural divina, nuestro estado es una tragedia; ya que en su inseguridad vivirá inestable, desosegada, lo cual no sólo será Purgatorio, sino un infierno.

Algo más y muy importante: que mientras la fe humana podemos perderla por las malas acciones de aquellos en quienes la hemos depositado, o bien por culpa nuestra, por carecer de un temperamento adecuado o de un carácter no conformado, o por otras situaciones que no hemos podido superar; no sucede así en la Fe sobrenatural, que es un Don de Dios y que, por tanto, siempre tendrá como objeto y fin lo inconmovible, lo estable, lo perenne, lo eterno como son Dios y su Doctrina con su Dogma, su Moral y su Culto. Además, esa Fe que Dios nos regala el día de nuestro bautismo, va a ser nutrida con la Gracia Santificante mediante otros Sacramentos. Así que si la desperdiciamos o la perdemos, sólo será culpa nuestra que no hicimos el esfuerzo para robustecerla y conservarla.

La Fe divina es un apoyo, es Luz, es fuerza, es calor para la fe humana.

Queda claro que si la pérdida o la carencia de la fe humana nos hace naufragar, el extravío o ausencia de la Fe sobrenatural nos hará desdichados en este mundo y posteriormente en la eternidad; ya que la Fe es una virtud causa y motor de las otras virtudes teologales y unidas todas hacen vivir al cristiano la verdadera y única felicidad.

El cristiano ha de creer verdades dogmáticas, Misterios, que no son fuera de la razón, pero que están sobre la razón misma, es decir, sobre la naturaleza del hombre racional y por lo cual le es necesaria la Fe para alcanzar la salvación. Esto nos lo confirma el Catecismo Romano: "La eterna felicidad propuesta por Dios al hombre como fin, trasciende de tal manera la capacidad de la naturaleza humana, que jamás hubiéramos podido descubrirla con las solas fuerzas de nuestra inteligencia. Fue preciso que el mismo Dios nos lo revelara. Y en la firme adhesión de la mente a este conocimiento, obtenido por la Revelación, consiste precisamente en la Fe. En virtud de ella tenemos como infalible todo cuanto la autoridad de la Santa Madre Iglesia propone como revelado por Dios".

La Fe es indispensable para orar: solo la Fe nos da un verdadero conocimiento sobrenatural de Dios y de su misericordia; sin ese conocimiento que nos da la Fe, ¿cómo podríamos recurrir a Dios? Además de que de esta hermosa y fundamental virtud teologal ha de nacer la confianza que es sostén de la oración y así dice Nuestro Señor:"Todo cuanto pidiéreis en la oración lo recibiréis" (Mat. XXI, 22) Escuchamos al Obispo de Hipona que manifiesta: "Si falta la Fe, pereció la oración" y si falta la Fe y oración, indudablemente que no habrá conducta adecuada a la eterna salvación.

Fe Habitual.- Fe Habitual es la Fe Sobrenatural que nos infundió el Espíritu Santo el día de nuestro Bautismo; es simplemente el Don de la Fe que nos fué regalado en el momento de ser bautizados. Esta Fe Habitual es necesaria con necesidad de medio; decimos necesidad de medio porque sin ella no podemos salvarnos: "Y nadie alcanzará la salvación eterna si no perseverare en ella hasta el fin" (Magisterio Eclesiástico)" Pues el que carece de Fe, carece también de la Gracia y por consiguiente de ninguna manera puede salvarse" (Razón Teológica).

Sin embargo, no imaginemos a un Dios injusto, a una Madre Iglesia dura y rígida, sin corazón; no, de ninguna manera, pues a un pagano o a un infiel a quien no le ha llegado la Luz del Evangelio ni ha sido bautizado, no se le exigirá sino sólo el cumplimiento de la ley Natural en su propio ser y de su propio creer y obrar, siempre que no contradiga su Ley Natural; y así nos hacemos eco del aforismo teológico que afirma: "El que hace lo que puede con la ayuda de la Gracia actual, Dios no le niega jamás su Gracia". Siguiendo a este aforismo el pensamiento de Santo Tomás: "Del hecho de que todos los hombres tengan que creer explícitamente algunas cosas para salvarse, no se sigue inconveniente alguno si alguien ha vivido en las selvas o entre brutos animales. Porque pertenece a la Divina Providencia el proveer cada una de las cosas necesarias para la salvación con tal que no lo impida por su parte." Así pues, si alguno de tal manera educado, llevado de la razón natural, se conduce de tal modo que practica el bien y huye del mal, hay que tener como cosa certísima que Dios le revelará por una inspiración, las cosas que hay que creer necesariamente o le enviará un predicador de la Fe, como envió a San Pedro para Cornelio."

Fe Actual.- Fe Actual es el ejercicio voluntario del cristiano. Mientras la Fe habitual es el hábito que se nos infunde en el Sagrado Bautismo, la fe actual es el acto voluntario de fe que hace el cristiano teniendo como fundamento la Fe Habitual. La Fe habitual recibida en el Bautismo, será acrecentada y perseverante con los actos de Fe actual.

El acto de Fe actual puede ser explícito o implícito. Explícito cuando creemos o confesamos cada verdad en particular; por ejemplo: creo en Dios o creo en la Presencia de Dios Hombre en el Sacramento de la Eucaristía; y es acto de Fe implícito cuando creo en la Iglesia Católica y al creer en ella creo en todo lo que me enseña, o bien, cuando invoco a Dios, lo cual supone que creo en Él.

El creer de modo explícito puede ser de dos formas: a) con necesidad de medio, b) con necesidad de Precepto.

Verdades necesarias de Medio.- Verdades Necesarias de Medio son aquellas cuya aceptación y adhesión es medio absolutamente indispensable para la salvación, por ejemplo: la existencia de Dios y que Dios es remunerador (premia a los buenos y castiga a los malos) "Hay que creer con fe explícita y con necesidad absoluta o de medio, al menos las dos siguientes verdades: que existe Dios y que es remunerador", pues dice San Pablo: "Es necesario que, quien se acerque a Dios, crea que existe y que es remunerador de los que le buscan" (Heb. XI, 6).

Adviértase lo siguiente: creer en estas dos verdades, es solamente la base con la que se salva el que está limitado a los rudimentos de la Ley Natural y la base sobre la que se edifica el edificio de la Fe del cristiano ayudado de la Revelación y de la Iglesia, y la aceptación de estas verdades fundamentales está movida y favorecida por la gracia actual.

Verdades necesarias de precepto son: los doce Artículos del Credo, los Mandamientos de la Ley de Dios (promulgados en el monte Sinaí), el Padre Nuestro y los Sacramentos. Dios no justifica ni salva a los adultos, sino por sus propios actos sobrenaturales realizados bajo la moción e influjo del Espíritu Santo.


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