Cuarta: Por la perdición del alma. En
efecto, el hombre mentiroso da muerte a su alma: La boca mentirosa da muerte al
alma" (Sab. I, 11). "Tú perderás a todos los que hablan
mentira". (Salmo 5, 7). De lo cual se desprende que es pecado mortal.
Debes advertir que de las mentiras
algunas son graves, algunas veniales.
Es pecado mortal mentir en las cosas
que son de fe; lo cual corresponde a los maestros y predicadores ilustres; esta
es más grave que todas las otras especies de mentira: "Habrá entre
vosotros falsos doctores, que introducirán sectas de perdición" (II Pedro
2,1). Algunos a veces hablan así para aparecer como sabios: ¿De quién os
burláis? ¿A quién le hacéis muecas y le sacáis la lengua? ¿No sois vosotros
hijos malvados, raza de mentira? (Isaías 57, 4). Igualmente a veces algunos
mienten para dañar al prójimo. "No os engañéis unos a otros". (Colos.
3, 9).
Mas otros mienten en interés de sí
mismos, esto de múltiples maneras.
A veces por humildad. Y a veces en la confesión.
Sobre lo cual dice San Agustín: "Como se debe evitar que el hombre calle
lo que haya hecho, así también que no diga lo que no haya hecho":"¿Acaso
tiene Dios necesidad de vuestras mentiras?" (Job 13, 7), "Hay quien
maliciosamente se humilla; mas su interior está lleno de dolo; y hay justo que
se abate excesivamente con grandes humillaciones". (Eccli 19).
Algunos por un poco de vergüenza, como cuando
creen decir verdad y dicen algo falso, y advirtiéndolo se avergüenzan de
retractarse. "De ningún modo contradigas a la palabra de verdad, y avergüénzate
de la mentira (fruto) de tu ignorancia".(Eccli 4, 30).
Algunos por interés, a saber, cuando
quieren alcanzar algo o librarse de algo, "Pusimos nuestra confianza en la
mentira, y nos protege la mentira" (Isaías 20, 15). "Quien se apoya
en la mentira se alimenta de viento" (Prov. 10:4).
Otros por conveniencia de otro, como
cuando quieren librar a alguien de la muerte o de un peligro o daño; y de esto
hay que cuidarse, como dice San Agustín: "No tengas miramientos con nadie
en daño tuyo, ni mientas a costa de tu alma" (Eccli. 4, 26)
Otros por juego: y esto debe evitarse,
no sea que por la costumbre se llegue al pecado mortal; "La fascinación de
la frivolidad oscurece el bien"; (Sap. 4, 12). Hasta aquí Santo Tomás.
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