ENCÍCLICA
“MORTALIUM ANIMOS”
DEL PAPA PÍO XI
(acerca de cómo se ha de fomentar la
verdadera Unidad Religiosa)
6 DE ENERO DE 1928
15. RESBALADERO
HACIA EL INDIFERENTISMO Y EL MODERNISMO.
Entre tan grande
diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir
la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio,
de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos. En cambio,
sabemos, ciertamente que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso al
menosprecio de toda religión, o "indiferentismo", y al
llamado "modernismo", con el cual los que están
desdichadamente inficionados, sostienen que la verdad dogmática no
es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las
diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los
espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de
suyo acomodable a la vida de los hombres.
Además, en lo que
concierne a las cosas que han de creerse, de ningún modo es lícito establecer
aquélla diferencia entre las verdades de la fe que llaman fundamentales y
no fundamentales, como gustan decir ahora, de las cuales las primeras
deberían ser aceptadas por todos, las segundas, por el contrario, podrían
dejarse al libre arbitrio de los fieles; pues la virtud de la fe tiene su causa
formal en la autoridad de Dios revelador que no admite ninguna distinción de
esta suerte. Por eso, todos los que verdaderamente son de Cristo prestarán la
misma fe al dogma de la Madre de Dios concebida sin pecado original como, por
ejemplo, al misterio de la augusta Trinidad; creerán con la misma firmeza en el
Magisterio infalible del Romano Pontífice, en el mismo sentido con que lo
definiera el Concilio Ecuménico del Vaticano, como en la Encarnación del Señor.
No porque la
Iglesia sancionó con solemne decreto y definió las mismas verdades de un modo
distinto en diferentes edades o en edades poco anteriores han de tenerse por no
igualmente ciertas ni creerse del mismo modo. ¿No las reveló todas Dios?
Pues, el
Magisterio de la Iglesia el cual por designio divino fue constituido en la
tierra a fin de que las doctrinas reveladas perdurasen incólumes para siempre y
llegasen con mayor facilidad y seguridad al conocimiento de los hombres aun
cuando el Romano Pontífice y los Obispos que viven en unión con él, lo ejerzan
diariamente, se extiende, sin embargo, al oficio de proceder oportunamente con
solemnes ritos y decretos a la definición de alguna verdad, especialmente
entonces cuando a los errores e impugnaciones de los herejes deben más
eficazmente oponerse o inculcarse en los espíritus de los fieles, más clara y sutilmente
explicados, puntos de la sagrada doctrina.
Más por ese
ejercicio extraordinario del Magisterio no se introduce, naturalmente ninguna
invención, ni se añade ninguna novedad al acervo de aquellas verdades que, en
el depósito de la revelación, confiado por Dios a la Iglesia, no estén
contenidas, por lo menos implícitamente, sino que se explican aquellos puntos
que tal vez para muchos aun parecen permanecer oscuros o se establecen como
cosas de fe los que algunos han puesto en tela de juicio.
COMENTARIO
Claro está: “Unidad que no puede nacer más
que de un solo magisterio, de una sola Ley, y de una sola Fe de los cristianos”.
¿Cómo podría haber unidad de lo esencial y
trascendente, si se aceptaran varias autoridades con distintos puntos de vista
y exigencias diferentes? Para el protestante, quien no cree en la Gracia, basta
un acto de arrepentimiento para ser perdonado y quedar limpio; en cambio, para
el católico, existe la imperiosa necesidad de confesarse; para el ateo, si
bueno es, acude a su conciencia o a la madre naturaleza… preguntó: ¿Cómo podríamos
unir estos tres conceptos y hacer uno sólo, sin traicionar a la Única y
Verdadera Religión?
Sobre la Ley Positiva o Mandamientos de la
Ley de Dios: el Tercer Mandamiento manda Santificar al cristiano, los Domingos
y Fiestas de Guardar. El católico sabe que, bajo pena de pecado mortal, se
obliga a asistir al Santo Sacrificio de la Misa. En cambio, el protestante,
quien sí reconoce el Mandamiento, pero desconoce y no acepta el Santo Sacrificio
y, sólo se acerca a su templo a escuchar las palabras del pastor, a exponer públicamente
sus pecados y a entonar cantos muy sensoriales. En cuanto a judíos, musulmanes
y demás, tampoco se identifican con el Culto que manda este Tercer Mandamiento.
Vuelvo a interrogar: por muy sabios o carismáticos
que sean los modernistas, amantes del falso ecumenismo ¿Cómo lograrían unificar
este criterio y llevarlo a la práctica? Tendría la Iglesia que romper con la
Verdad Revelada por Dios, para practicar una falsa Caridad con aquellos que, de
mala o buena fe, no quieren ceder.
En cuanto a una sola Fe: imposble reunir
dos, tres o cuatro verdades y hacer de ellas sólo una. Imaginémonos a los judíos
negando a Jesucristo, y diciendo que aún no ha venido y nosotros creyendo que
Jesucristo es Dios y que ya piso la tierra; los musulmanes que declaran a
Jesucristo, no como Dios, sino como un Profeta. Esta no es una fusión química.
¿Cómo extraer de la Verdad, de una tesis, hipótesis o error, algo para
presentar una sola verdad que convenga a tres credos?
Estos modernistas, teólogos de la liberación,
se escudan en “verdades fundamentales y no fundamentales”. Según ellos las
fundamentales deben ser aceptadas por todos y, las no fundamentales, cada quien
que escoja lo que quiera. Ya para qué creer en las fundamentales, si al negar
las no fundamentales, va a cojear mi Fe y voy hacer todo, menos un católico,
porque un buen católico, lo mismo presta credibilidad de Fe al dogma de la
Madre de Dios concebida sin pecado original, que, al Misterio de la Augusta Trinidad,
que al de la Encarnación del Señor. Rompo con una verdad, lógicamente rompo con
la secuencia y no llego a la Verdad Absoluta y mi Fe trastabilla.
La Iglesia no cambia sus definiciones,
cambia sus formas, sus expresiones, sus aplicaciones por el avance de la vida y
de los tiempos, pero todo es lo mismo, todo ha sido Revelación Divina:
Inmutable. Por tanto, Inmutable es la Iglesia e Inmutable debe ser el
Magisterio.
Aquí, en la Religión Católica, los
cristianos no tenemos necesidad de modernidades, todo lo Revelado por Dios y
explicado por Maestros de la Vida Espiritual, tiene una gran profundidad y día
con día habrá para nosotros ilustradoras experiencias, y grandes sorpresas con
las cuales el Magisterio ilumina a sus fieles. Y las almas estrechándose en una
verdadera unión con Dios, hallarán secretos Celestiales. Pero en nada cambiará
ni el Dogma, ni la Moral, ni el Culto por las luces que nos dé el Magisterio o
por las intimidades de las almas con Dios.
Gracias a las desviaciones expresadas,
desde los años 60 por los teólogos liberados, cundió el slogan: “Todas las
religiones son buenas, todas nos llevan a Dios”. Ha sido un sofisma mal-sano
engañoso y degradante, que se ha hecho universal y, en este momento, cada quien
tiene la Religión acomodada a su gusto. Frente a esta propaganda, el católico
vive el indiferentismo de la Verdadera y Única Religión, continuando con
la pluralidad y el sincretismo y perdiendo, además, equilibrio y solidez. Pues
la Iglesia es inconmovible y sujetos a ella, nosotros también seriamos
inconmovibles.
Advirtiendo, que cuando digo Iglesia, no
me refiero exclusivamente al Cuerpo Místico; sino a Cristo que es su Cabeza y a
toda su Doctrina de Ayer, de Hoy y de Siempre.
Sor Clotilde