EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
DESCUBRIR LOS ENGAÑOS DEL ENEMIGO.
48.- Y porque, para evitar los engaños del enemigo, es
menester antes descubrirlos, y ayudan mucho mostrar a los incautos sus
argucias, aun cuando más quisiéramos no mencionar tales iniquidades “Como
conviene a los Santos” sin embargo, por el bien y salvación de las almas, no
podemos pasarlas en silencio.
COMENTARIO
Actualmente y, ya desde hace tiempo, se pregonan muchos
errores contra el matrimonio y la familia, pero, desgraciadamente, no
escuchamos voces ni las de aquellos que están obligados, que ilustren al pueblo
combatiendo tales errores.
ERRORES CONTRA LA
SANTIDAD DEL MATRIMONIO.
49. – Para comenzar, pues, por el origen de estos males, su
principal raíz está en que, según vociferan sus retractores, el matrimonio no
ha sido instituido por el autor de la naturaleza, ni elevado por Cristo Nuestro
Señor a la dignidad se sacramento verdadero, sino que es invención de los
hombres. Otros aseguran que nada descubren en la Naturaleza y en sus Leyes,
sino que sólo encuentran la facultad de engendrar la vida y un impulso vehemente
de saciarla de cualquier manera; otros, por el contrario, reconocen que se
encuentran en la naturaleza del hombre ciertos comienzos y como gérmenes de
verdadera unión matrimonial, en cuanto que, de no unirse los hombres con cierto
vinculo estable, no se habría provisto suficientemente a la dignidad de los cónyuges
ni al fin natural de la propagación y educación de la prole. Añaden, sin
embargo, que el matrimonio mismo, puesto que sobrepasa estos gérmenes es por el
concurso de varias causas, pura invención de la mente humana, pura institución de
la voluntad de los hombres.
COMENTARIO
“El matrimonio en el designio del Creador: Los dos relatos
de la creación terminan con una escena que funda la Institución del Matrimonio.
La intención Divina se explica en estos términos: “No es bueno que el hombre
este solo, voy a darle una ayuda que le sea apropiada (Gén. II,18). El hombre
es superior a todos los animales (Gén. II 19s.), no podría hallar esta ayuda
sino en la que es “carne de su carne” y “hueso de sus huesos” (Gén. II, 21ss). Ésta
la creo Dios para él; por eso el hombre, dejando padre y madre, se adhiere a
ella por el amor y los dos vienen a ser “una sola carne” (Gén. II,24)”.
“Dios asume en nombre de la alianza los preceptos que
regula el matrimonio (Lev. XVII) el Decálogo, Ley fundamental de Israel,
garantiza la santidad del matrimonio (Éx. XX,14; Prov. II,17). Después del
exilio, el libro de Tobías da una visión altamente espiritual del hogar
preparado por Dios (Tob. III,16), fundado bajo su mirada en la fe y en la oración
(VII,11; VIII,4-9), según el modelo que trazaba el Génesis (VII,6; cf. Gén.
II,19), guardado por la fidelidad cotidiana a la ley (XIV,1. 8-13), el ideal bíblico
del matrimonio, llegado a este nivel supera las imperfecciones que había
sancionado provisionalmente la Ley Mosaica”.
“N.T. la concepción del matrimonio en el N.T. está
inspirada en la paradoja misma de la vida de Jesús: “Nacido de mujer” (Gál.
IV,4; cf. Luc. XI,27), por su vida de Nazaret consagra la familia tal como había
sido preparado por todo el A.T.; sin embargo, nacido de Madre Virgen, viviendo Él
mismo en virginidad, da testimonio que la virginidad es superior al matrimonio”.
“El matrimonio elevado por Cristo a Sacramento”.
“Jesús no se contenta con devolver la institución del
matrimonio a la perfección primitiva que había empañado el pecado. Le da un
fundamento nuevo, que le confiere su significación religiosa en el Reino de
Dios. Por la Nueva Alianza que funda en su propia sangre (Mt. XXVI,28), viene a
ser Él mismo, el Esposo de la Iglesia. Así para los cristianos, templos del Espíritu
Santo, desde el bautismo (I Cor. VI, 19), el matrimonio es “un gran misterio en
relación con Cristo y la Iglesia” (Efe. V,32). La sumisión de la Iglesia a Cristo
y el amor de Cristo a la Iglesia a la que salvó entregándose por ella, son así
la regla viva que deben imitar los esposos; esto les será posible puesto que la
Gracia de la Redención alcanza a su mismo amor asignándole su ideal (Efe.
V,21-33)” (X. Léon-Dufour).
Cuando el enemigo pueda confirmar sus errores sobre el
matrimonio y nos presente las pruebas que la Iglesia exhibe y sostiene, podríamos
creerle, pero, eso es imposible, pues no hay dos verdades sobre una sola cosa;
así que los que refutan son necios y hablan a los incautos, desprevenidos o de
mala fe…
Sor Clotilde
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