martes, 29 de noviembre de 2016

"RESBALADERO HACIA EL INDIFERENTISMO Y EL MODERNISMO"




ENCÍCLICA

“MORTALIUM ANIMOS”

DEL PAPA PÍO XI

(acerca de cómo se ha de fomentar la verdadera Unidad Religiosa)

6 DE ENERO DE 1928
 
  


  


15. RESBALADERO HACIA EL INDIFERENTISMO Y EL MODERNISMO.

Entre tan grande diversidad de opiniones, no sabemos cómo se podrá abrir camino para conseguir la unidad de la Iglesia, unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola ley de creer y de una sola fe de los cristianos. En cambio, sabemos, ciertamente que de esa diversidad de opiniones es fácil el paso al menosprecio de toda religión, o "indiferentismo", y al llamado "modernismo", con el cual los que están desdichadamente inficionados, sostienen que la verdad dogmática no es absoluta sino relativa, o sea, proporcionada a las diversas necesidades de lugares y tiempos, y a las varias tendencias de los espíritus, no hallándose contenida en una revelación inmutable, sino siendo de suyo acomodable a la vida de los hombres.

Además, en lo que concierne a las cosas que han de creerse, de ningún modo es lícito establecer aquélla diferencia entre las verdades de la fe que llaman fundamentales y no fundamentales, como gustan decir ahora, de las cuales las primeras deberían ser aceptadas por todos, las segundas, por el contrario, podrían dejarse al libre arbitrio de los fieles; pues la virtud de la fe tiene su causa formal en la autoridad de Dios revelador que no admite ninguna distinción de esta suerte. Por eso, todos los que verdaderamente son de Cristo prestarán la misma fe al dogma de la Madre de Dios concebida sin pecado original como, por ejemplo, al misterio de la augusta Trinidad; creerán con la misma firmeza en el Magisterio infalible del Romano Pontífice, en el mismo sentido con que lo definiera el Concilio Ecuménico del Vaticano, como en la Encarnación del Señor.

No porque la Iglesia sancionó con solemne decreto y definió las mismas verdades de un modo distinto en diferentes edades o en edades poco anteriores han de tenerse por no igualmente ciertas ni creerse del mismo modo. ¿No las reveló todas Dios?

Pues, el Magisterio de la Iglesia el cual por designio divino fue constituido en la tierra a fin de que las doctrinas reveladas perdurasen incólumes para siempre y llegasen con mayor facilidad y seguridad al conocimiento de los hombres aun cuando el Romano Pontífice y los Obispos que viven en unión con él, lo ejerzan diariamente, se extiende, sin embargo, al oficio de proceder oportunamente con solemnes ritos y decretos a la definición de alguna verdad, especialmente entonces cuando a los errores e impugnaciones de los herejes deben más eficazmente oponerse o inculcarse en los espíritus de los fieles, más clara y sutilmente explicados, puntos de la sagrada doctrina.

Más por ese ejercicio extraordinario del Magisterio no se introduce, naturalmente ninguna invención, ni se añade ninguna novedad al acervo de aquellas verdades que, en el depósito de la revelación, confiado por Dios a la Iglesia, no estén contenidas, por lo menos implícitamente, sino que se explican aquellos puntos que tal vez para muchos aun parecen permanecer oscuros o se establecen como cosas de fe los que algunos han puesto en tela de juicio.

COMENTARIO

Claro está: “Unidad que no puede nacer más que de un solo magisterio, de una sola Ley, y de una sola Fe de los cristianos”.

¿Cómo podría haber unidad de lo esencial y trascendente, si se aceptaran varias autoridades con distintos puntos de vista y exigencias diferentes? Para el protestante, quien no cree en la Gracia, basta un acto de arrepentimiento para ser perdonado y quedar limpio; en cambio, para el católico, existe la imperiosa necesidad de confesarse; para el ateo, si bueno es, acude a su conciencia o a la madre naturaleza… preguntó: ¿Cómo podríamos unir estos tres conceptos y hacer uno sólo, sin traicionar a la Única y Verdadera Religión?

Sobre la Ley Positiva o Mandamientos de la Ley de Dios: el Tercer Mandamiento manda Santificar al cristiano, los Domingos y Fiestas de Guardar. El católico sabe que, bajo pena de pecado mortal, se obliga a asistir al Santo Sacrificio de la Misa. En cambio, el protestante, quien sí reconoce el Mandamiento, pero desconoce y no acepta el Santo Sacrificio y, sólo se acerca a su templo a escuchar las palabras del pastor, a exponer públicamente sus pecados y a entonar cantos muy sensoriales. En cuanto a judíos, musulmanes y demás, tampoco se identifican con el Culto que manda este Tercer Mandamiento.

Vuelvo a interrogar: por muy sabios o carismáticos que sean los modernistas, amantes del falso ecumenismo ¿Cómo lograrían unificar este criterio y llevarlo a la práctica? Tendría la Iglesia que romper con la Verdad Revelada por Dios, para practicar una falsa Caridad con aquellos que, de mala o buena fe, no quieren ceder.

En cuanto a una sola Fe: imposble reunir dos, tres o cuatro verdades y hacer de ellas sólo una. Imaginémonos a los judíos negando a Jesucristo, y diciendo que aún no ha venido y nosotros creyendo que Jesucristo es Dios y que ya piso la tierra; los musulmanes que declaran a Jesucristo, no como Dios, sino como un Profeta. Esta no es una fusión química. ¿Cómo extraer de la Verdad, de una tesis, hipótesis o error, algo para presentar una sola verdad que convenga a tres credos?

Estos modernistas, teólogos de la liberación, se escudan en “verdades fundamentales y no fundamentales”. Según ellos las fundamentales deben ser aceptadas por todos y, las no fundamentales, cada quien que escoja lo que quiera. Ya para qué creer en las fundamentales, si al negar las no fundamentales, va a cojear mi Fe y voy hacer todo, menos un católico, porque un buen católico, lo mismo presta credibilidad de Fe al dogma de la Madre de Dios concebida sin pecado original, que, al Misterio de la Augusta Trinidad, que al de la Encarnación del Señor. Rompo con una verdad, lógicamente rompo con la secuencia y no llego a la Verdad Absoluta y mi Fe trastabilla.

La Iglesia no cambia sus definiciones, cambia sus formas, sus expresiones, sus aplicaciones por el avance de la vida y de los tiempos, pero todo es lo mismo, todo ha sido Revelación Divina: Inmutable. Por tanto, Inmutable es la Iglesia e Inmutable debe ser el Magisterio.

Aquí, en la Religión Católica, los cristianos no tenemos necesidad de modernidades, todo lo Revelado por Dios y explicado por Maestros de la Vida Espiritual, tiene una gran profundidad y día con día habrá para nosotros ilustradoras experiencias, y grandes sorpresas con las cuales el Magisterio ilumina a sus fieles. Y las almas estrechándose en una verdadera unión con Dios, hallarán secretos Celestiales. Pero en nada cambiará ni el Dogma, ni la Moral, ni el Culto por las luces que nos dé el Magisterio o por las intimidades de las almas con Dios.

Gracias a las desviaciones expresadas, desde los años 60 por los teólogos liberados, cundió el slogan: “Todas las religiones son buenas, todas nos llevan a Dios”. Ha sido un sofisma mal-sano engañoso y degradante, que se ha hecho universal y, en este momento, cada quien tiene la Religión acomodada a su gusto. Frente a esta propaganda, el católico vive el indiferentismo de la Verdadera y Única Religión, continuando con la pluralidad y el sincretismo y perdiendo, además, equilibrio y solidez. Pues la Iglesia es inconmovible y sujetos a ella, nosotros también seriamos inconmovibles.

Advirtiendo, que cuando digo Iglesia, no me refiero exclusivamente al Cuerpo Místico; sino a Cristo que es su Cabeza y a toda su Doctrina de Ayer, de Hoy y de Siempre.


Sor Clotilde

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