martes, 1 de noviembre de 2016

"Un error capital del movimiento Ecuménico en la pretendida Unión de Iglesias Cristianas y "La División" de la Iglesia"




Recuerden que los domingos expondremos la Encíclica “Casti Connubbi”, sobre el matrimonio, y los miércoles, la Encíclica “Mortalium Animos”, sobre el Verdadero Ecumenismo.

ENCÍCLICA

“MORTALIUM ANIMOS”

DEL PAPA PÍO XI

(acerca de cómo se ha de fomentar la verdadera Unidad Religiosa)
6 DE ENERO DE 1928
  


  EL GRAN HEREJE



9. UN ERROR CAPITAL DEL MOVIMIENTO ECUMÉNICO EN LA PRETENDIDA UNIÓN DE IGLESIAS CRISTIANAS. Y aquí se Nos ofrece ocasión de exponer y refutar una falsa opinión de la cual parece depender toda esta cuestión, y en la cual tiene su origen la múltiple acción y confabulación de los católicos que trabajan, como hemos dicho, por la unión de las Iglesias cristianas. Los autores de este proyecto no dejan de repetir casi infinitas veces las palabras de Cristo Sean todos una misma cosa… Habrá un solo rebaño, y un sólo pastor”, mas de tal manera las entienden, que, según ellos, sólo significan un deseo y una aspiración de Jesucristo, deseo que todavía no se ha realizado. Opinan, pues, que la unidad de fe y de gobierno, nota distintiva de la Verdadera y Única Iglesia de Cristo, no ha existido casi hasta ahora, y ni siquiera hoy existe: podrá, ciertamente, desearse, y tal vez algún día se consiga, mediante la concorde impulsión de las voluntades; pero entre tanto, habrá que considerarla sólo como un ideal.

COMENTARIO

Jesucristo Nuestro Señor, al fundar su Iglesia, nombra categóricamente a un Papa, no a varios Papas. Deja a la máxima autoridad y, alrededor de ella, todos Unidos para recibir una sola Revelación: Biblia y Tradición Apostólica. Un solo Magisterio. No manda o sugiere, Nuestro Señor, una liberalidad para que todos propongan y sea un conjunto de novedades, de falsas Doctrinas. O bien, que la Iglesia haya de romper con preceptos propios y suplirlos por errores, o aceptar errores para lograr una Iglesia Unida. Sí somos católicos, lo seremos todos y, en todo; de lo contrario, habría que desconocer la existencia de la Verdad, el Bien y la belleza.

         Estas descabelladas ideas, nacidas en la mente del enemigo, las apoyan con textos de la Sagrada Escritura desviadamente interpretados.

                  “LA DIVISIÓN” DE LA IGLESIA”. Añade que la Iglesia, de suyo o por su propia naturaleza, está dividida en partes; esto es, se halla compuesta de varias comunidades distintas, separadas todavía unas de otras, y que la Iglesia sólo fue única y una, a lo sumo desde la edad apostólica hasta tiempo de los Primeros Concilios Ecuménicos. Sería necesario pues – dicen-, que, suprimiendo y dejando a un lado las controversias y variaciones rancias de opiniones, que han dividido hasta hoy a las familias cristianas, se formule, se proponga con las doctrinas restantes una norma común de fe, con cuya profesión puedan todas no ya reconocerse, sino sentirse hermanos. Y cuando las múltiples iglesias o comunidades estén unidas por un pacto universal, entonces será cuando puedan resistir sólida y fructuosamente los avances de la impiedad…

COMENTARIO

La Iglesia no está dividida en partes, simplemente hay Categorías, Jerarquías… y, en su expansión por el mundo, realiza lo mismo, para todas las naciones, razas lenguas…, no cambia ni su poder, ni su autoridad, ni su doctrina. Ciertos ortodoxos, hijos de la Iglesia, sólo han sido comprendidos y dejados en un culto más pío y esplendoroso, pero obedecen al Papa y Creen en la Única Revelación de Dios, afirmando que la Santa Madre Iglesia es: Una, Santa, Católica y Apostólica.

A estos herejes no les da vergüenza suplantar la verdadera Historia, sea Eclesiástica o profana, con tal de engañar y salir con la suya.


         Esto es así tomando las cosas en general, Venerables Hermanos; más hay quienes afirman y conceden que el llamado protestantismo ha desechado demasiado desconsideradamente ciertas doctrinas fundamentales de la fe y algunos ritos del culto externo ciertamente agradables y útiles, los que la Iglesia Romana por el contrario aún conserva; añaden sin embargo en el acto, que ella ha obrado mal porque corrompió la religión primitiva por cuanto agregó y propuso como cosa de fe algunas doctrinas no sólo ajenas sino más bien opuestas al Evangelio, entre las cuales se enumera especialmente el Primado de jurisdicción que ella adjudica a Pedro y a sus sucesores en la Sede Romana.

COMENTARIO

Es inconcebible que se atrevan a sostener que la doctrina de un Lutero cualquiera, socio de otros herejes, se enfrenten a la Palabra Omnipotente, a la Sabiduría sin fin y, además, se alcancen la audacia de quererla suplantar. Insensatos, atrevidos, soberbios…

En el número de aquellos, aunque no sean muchos, figuran también los que conceden al Romano Pontífice cierto Primado de honor o alguna jurisdicción o potestad de la cual creen, sin embargo, que desciende no del Derecho Divino sino de cierto consenso de los fieles. Otros en cambio aun avanzan a desear que el mismo Pontífice presida sus asambleas las que pueden llamarse multicolores. Por lo demás, aun cuando podrán encontrarse a muchos no católicos que predican a pulmón lleno la unión fraterna en Cristo, sin embargo, hallarás pocos a quienes se les ocurre que han de sujetarse y obedecer al Vicario de Jesucristo cuando enseña o manda y gobierna. Entretanto aseveran que están dispuestos a actuar gustosos en unión con la Iglesia Romana, naturalmente en igualdad de condiciones jurídicas, o sea de iguales a igual: más si pudieran actuar no parece dudoso de que lo harían con la intención de que por un pacto o convenio por establecerse tal vez, no fueran obligados a abandonar sus opiniones que constituyen aun la causa por qué continúan errando y vagando fuera del Único Redil del Cristo.


COMENTARIO

         Estos, los que persiguen la falsa unidad, son falaces y no pueden esconder toda la cola del diablo. Pero quienes tienen, por lo menos sentido común, detectan las malas intenciones y la imposibilidad de practicar en una falsa caridad, la mezcolanza del error y la Verdad. Se atreven a pedir que el mismo Pontífice presida sus asambleas: son falsarios, astutos… proclaman la fraternidad y, los incautos, desprevenidos o indiferentes, caen en su maléfica proclama de renunciar al Bien, a la Verdad y a la belleza, con el fin, no sólo ilusorio, sino mal concebido, de un amor universal. Un poco de lógica cristiana, si viviendo en la Verdad, en los Sacramentos y en la Gracia, cuesta al hombre convivir con sus hermanos, a pesar de haber nacido para vivir en común, por ser único e irrepetible y concupiscente, ¡Imagínense en una mezcla de Verdades y errores, si habrá fraternidad! Seríamos cómplices, pero no hermanos.


        


Sor Clotilde

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