CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
ABERRACIONES QUE SE SIGUEN.
52.- Más aún: hay quienes insisten y abogan por que
semejantes monstruosidades sean cohonestadas incluso por las leyes o al menos
hay en descargo en los públicos uso e instituciones de los pueblos, y ni
siquiera para mientes en que tales cosas nada tienen, en verdad, de aquella
moderna cultura de la cual tanto se jactan, sino que son nefandas corruptelas
que llegarían, sin duda, aun a los pueblos civilizados, los bárbaros usos de
ciertos salvajes.
COMENTARIO
Hoy, por ejemplo, ya no se toma en cuenta, ni se castiga el
adulterio y, los mismos esposos van viendo naturalmente el engaño mutuo. Y, a
propósito de los bárbaros usos de ciertos salvajes, reflexionemos y podremos
descubrir que estamos volviendo, en México, a las costumbres nada civilizadas,
de la barbarie e imitando a los mormones que pueden tener varias mujeres, aun
siendo católicos.
LOS ERRORES CONTRA LA PROLE.
53. – Viniendo ahora a tratar,
venerables hermanos, de lo que se opone a los bienes del matrimonio, hemos de
hablar, en primer lugar, de la prole, la cual muchos se atreven a llamar pesada
carga del matrimonio, por lo que los cónyuges han de evitarla con toda
diligencia, no ciertamente por medio de una honesta continencia (permitida
también en el matrimonio, supuesto el consentimiento de ambos esposos), sino
vaciando el acto conyugal. Arróganse otros la criminal licencia de codiciar
únicamente la satisfacción de la voluptuosidad, aborreciendo la prole, mientras
otros dicen que no pueden guardar continencia, ni tampoco admitir hijos, a
causa de sus propias necesidades, de las de la madre o de la familia.
COMENTARIO
En el primer punto. - El Santo Padre recalca uno de los
bienes del matrimonio, que son las nuevas vidas marcadas por el mismo Dios,
uniendo a ellas una vocación que trascenderá a la Iglesia, a la familia, a la
Patria y a toda la humanidad.
En el segundo punto. – Importantísimo: vician, corrompen el
acto conyugal, no sólo porque llevan como finalidad el placer; sino porque, al
mismo tiempo, les repugna pensar en la llegada de un hijo.
En el tercer punto. - La degeneración de usos y formas, que,
sin temor de Dios, irrumpiendo la misma naturaleza, realizan los esposos o las
parejas...
En el cuarto punto. - Hoy desprecian a los hijos antes de
que pudieran llegar, y, no se diga, cuando ya están depositados en el vientre
materno. De tal modo les estorban los hijos para su vida libertina y
acomodaticia, que los desprecian hasta llegar al aborto. Por eso ahora contemplamos
una sociedad sin amor.
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