ERRORES
MODERNOS.
(Encíclica “Humani
Generis”)
Pío XII
Venerables
hermanos:
Salud
y Bendición Apostólica.
1.- Las dimensiones y errores del género
humano en las cuestiones religiosas y morales han sido siempre fuente y causa
de intenso dolor para todas las personas de buena voluntad y principalmente
para los hijos fieles y sinceros de la Iglesia; pero en especial lo es hoy,
cuando vemos combatidos aun los principios mismos de la cultura cristiana.
2. – Nada de admirar es que haya
siempre dimensiones y errores fuera del redil de Cristo. Porque, aun cuando
realmente la razón humana, con sus fuerzas y su luz natural, pueda en absoluto
llegar al conocimiento verdadero y cierto de un Dios único y personal, que con
su Providencia sostiene y gobierna al mundo, y así mismo de la ley natural,
impresa en el Creador de nuestras almas; sin embargo, no son pocos los obstáculos
que impiden a la razón el empleo eficaz y fructuoso de esta su potencia
natural. Porque las verdades que se refieren a Dios y a las relaciones entre
los hombres y Dios, rebasan completamente el orden de los seres sensibles, y,
cuando entran en práctica de la vida y la informan, exigen el sacrificio y la
abnegación de tales verdades, ya por la acción de los sentidos y la imaginación,
ya por las malas concupiscencias nacidas del pecado original. Lo cual hace de
los hombres en semejantes materias fácilmente se persuadan ser falsos o dudoso
lo que no quieren que sea verdadero.
3. – Por esto se debe sostener que la Revelación
Divina es moralmente necesaria, para que, aun en el estado actual del género
humano, todos pueden conocer, con facilidad, con firme certeza y sin ningún
error, las verdades religiosas y morales que no son de suyo incomprensibles a
la razón.
4. – Más aún, a veces la mente humana
puede encontrar dificultad aun para formarse un juicio cierto sobre la credibilidad de la fe católica, no
obstante los muchos y admirables inicios externos ordenados por Dios para poder
probar ciertamente, por medio de ellos, el origen divino de la religión
cristiana, con la sola luz natural de la razón; puesto que el hombre, o porque
se deja llevar de prejuicios o porque le instigan las pasiones y la mala
voluntad, puede, no sólo negar la evidencia de esos inicios externos, sino
también resistir a las inspiraciones sobrenaturales que Dios infunde en
nuestras almas.
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