ENCÍCLICA
“MORTALIUM ANIMOS”
DEL PAPA PÍO XI
(acerca de cómo se ha de fomentar la
verdadera Unidad Religiosa)
6 DE ENERO DE 1928
16. LA ÚNICA MANERA DE UNIR A TODOS LOS CRISTIANOS
Bien claro se
muestra, pues, Venerables Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha
permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de católicos;
porque la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que,
procurando el retorno de los disidentes a la única :y verdadera Iglesia de
Cristo, de la cual un día desdichadamente, se alejaron; de aquella única y
verdadera Iglesia que todos ciertamente conocen y que, por la voluntad de su
Fundador, debe permanecer siempre tal cual El mismo la fundó, para la salvación
de todos. Nunca, en el transcurso de los siglos, se contaminó esta mística
Esposa de Cristo, ni podrá contaminarse jamás, como dijo bien San Cipriano: “No
puede adulterar la Esposa de Cristo; es incorruptible y fiel. Conoce una sola
casa y custodia con casto pudor la santidad de una sola estancia”. Por eso
se maravillaba con razón el santo Mártir de que alguien pudiese creer que esta
unidad, fundada en la divina estabilidad y robustecida por medio de celestiales
sacramentos, pudiese desgarrarse en la Iglesia, y dividirse por el
disentimiento de las voluntades discordes. Porque siendo el cuerpo místico de
Cristo, esto es, la Iglesia, uno, compacto y conexo, lo mismo que su cuerpo
físico, necedad es decir que el cuerpo místico puede constar de miembros
divididos y separados; quien, pues, no está unido con él, no es miembro suyo,
ni está unido con su cabeza, que es Cristo.
COMENTARIO
La Iglesia es una Unidad universal de Fe,
de Conocimiento, y de Culto. Y su Doctrina es inmutable como su Autor y, no sólo
inmutable, sino incorruptible. Está Unidad de incorruptibilidad, son dos
columnas, entre otras, del Cuerpo Místico y físico de Cristo.
La Unidad es, justamente, una de sus
cualidades irrefutables e irreversibles y, por Unidad entendemos que todos
estamos unidos en las mismas verdades, en la misma Moral y en el mismo Culto,
con lo cual tratamos de servir a Dios.
Imposible enlodar a la Iglesia con
falsedades, verdades a medias, errores abiertos, eso iría en contra del mismo
Jesucristo, y no estaría fundado ni en el amor al Señor, ni a la creatura
humana.
No es falta de celo apostólico, ni señal
de empecinamiento, el enseñar y exigir a los que han dejado la Religión Católica
que, para su regreso, es menester renunciar a su falso credo y volver a las
fuentes Eclesiásticas. En cuanto a los que nunca han estado dentro de la
Iglesia Católica y que, además la atacan, se les pide renunciar a sus errores, manifiesta
y públicamente e introducirse a la Iglesia a vivir con sinceridad los Valores
Cristianos.
17. LA OBEDIENCIA AL ROMANO PONTÍFICE.
Ahora bien, en
esta única Iglesia de Cristo nadie vive y nadie persevera, que no reconozca y
acepte con obediencia la suprema autoridad de Pedro y de sus legítimos
sucesores. ¿No fue acaso al Obispo de Roma a quien obedecieron, como a sumo
Pastor de las almas, los ascendientes de aquellos que hoy yacen anegados en los
errores de Focio, y de otros novadores?
Alejáronse ¡ay! los hijos de la casa paterna, que no por eso se arruinó ni pereció, sostenida como está perpetuamente por el auxilio de Dios. Vuelvan, pues, al Padre común, que olvidando las injurias inferidas ya a la Sede Apostólica, los recibirá amantísimamente. Porque, si, como ellos repiten, desean asociarse a Nos y a los Nuestros, ¿Por qué no se apresuran a venir a la Iglesia, madre y maestra de todos los fieles de Cristo? Oigan como clamaba en otro tiempo Lactancio: Sólo la Iglesia Católica es la que conserva el culto verdadero, Ella es la fuente de la verdad, la morada de la Fe, el templo de Dios, quienquiera que en él no entre o de él salga, perdido a la esperanza de vida y de salvaci6n, Menester es que nadie se engañe a sí mismo con pertinaces discusiones, Lo que aquí se ventila es la vida y la salvación a la cual, si no se atiende con diligente cautela, se perderá y se extinguirá.
Alejáronse ¡ay! los hijos de la casa paterna, que no por eso se arruinó ni pereció, sostenida como está perpetuamente por el auxilio de Dios. Vuelvan, pues, al Padre común, que olvidando las injurias inferidas ya a la Sede Apostólica, los recibirá amantísimamente. Porque, si, como ellos repiten, desean asociarse a Nos y a los Nuestros, ¿Por qué no se apresuran a venir a la Iglesia, madre y maestra de todos los fieles de Cristo? Oigan como clamaba en otro tiempo Lactancio: Sólo la Iglesia Católica es la que conserva el culto verdadero, Ella es la fuente de la verdad, la morada de la Fe, el templo de Dios, quienquiera que en él no entre o de él salga, perdido a la esperanza de vida y de salvaci6n, Menester es que nadie se engañe a sí mismo con pertinaces discusiones, Lo que aquí se ventila es la vida y la salvación a la cual, si no se atiende con diligente cautela, se perderá y se extinguirá.
COMENTARIO
En este número 17 llamado “La obediencia
al Romano Pontífice”, me gustaría que leyeran el párrafo de Lactancio, que es
verdaderamente luminoso y convincente.
Lactancio, (¿245-325?) escritor latino y
apologista cristiano, nacido en el Norte de África, discípulo del maestro africano
de retórica, Arnobio…
En cuanto a la obediencia al Romano Pontífice
es indiscutible, porque, lógicamente, un Papa sabe, a ciencia y conciencia, que
no puede cambiar nada esencial, ni hacer permisivo lo que vaya contra natura, o
algo que afecte el Derecho Divino. Si desgraciadamente, se diera ese caso, no
tendríamos obligación de obedecer a quien se revela a Dios.
Es también muy consolador pensar que, al
volver a la Iglesia Católica, o entrar por primera vez, los recibe un Padre
Amoroso, con un amor que sólo Él puede dar y, con un interés de llevar almas al
Cielo, porque es el fin por el que bajo a la tierra, padeció y murió.
Sor Clotilde
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