Nuestro: ¿Qué hay en el cielo o en la Tierra Que pueda, ser tan nuestro como Dios! Todos hemos saboreado en la vida, quien más quien menos, la contingencia y limitación de todas las creaturas en las cuales no podemos, aun teniéndolas de nuestra parte, encontrar la plenitud, pues sólo creaturas son. En cambio, Dios, Padre Nuestro, es nuestro muy nuestro y de todos y a cada uno de la misma manera Quiera El mismo enseñarnos a vivir plenamente su posesión. De vivirla jamás nos sentiríamos solos, defraudados, tristes, sino siempre llenos, acompañados, firmes y seguros. del mismo nadie tiene derecho de poseernos como el mismo Dios, sólo que nuestra falta de Fe y de reflexión así como la sobrada ignorancia, nos hacen safarnos de su amoroso regazo que es "La Providencia Divina".
Nuestro: porque todas las creaturas humanas somos hermanos, hijos del mismo Dios y, por consiguiente, al pedir por uno hay obligación de pedir por todos los hermanos. Todos los hombres somos hermanos, por tener a Dios por Padre en el orden natural, por descender del mismo origen: Adán; y lo somos por la Gracia: "Todos sois hermanos". (Mat. XXIII-8).
San Cipriano dice: "Nuestro Señor no quiso que al orar en privado se pidiera sólo por sí mismo, pues no dijo: "Padre mío...", ni "mis deudas", ni "no me dejes caer en la tentación" (in orat, Dom).
Cuando decimos "Padre Nuestro' no sólo invocamos a Dios Padre, sino a las Tres Divinas Personas, a "La Santísima Trinidad"; al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque la Obra de nuestra Creación, Rescate y Santificación es una y conjunta de la Santísima Trinidad.
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