El que es honrado trabaja sin descanso, lucha, se empeña por
lograr una mejor remuneración en su empleo o negocio, lo cual repito, no es
malo, pero sí es desconcertante que esto constituya el primer valor. El inútil,
el perezoso, el ladino, usa de cualquier medio, para tener, no sólo lo
necesario, sino lo que pueda en apariencia engrandecer su mediocridad. ¿Y qué diremos
del malo, del perverso que a costa de la salud, de la felicidad y de la vida de
los otros, surge de las tinieblas, no para vivir en la luz, sino para gozar de
todo falso resplandor que constituya poder, placer y dinero?
Y así, unos corren, se afanan, se sacrifican ... y otros
rompen, pisotean y denigran los auténticos valores, a cambio de conseguir los
grandes pseudo - valores de hoy.
En todo este proceso, el ser humano se compenetra con la
envidia, la soberbia en todas sus manifestaciones, como son la ira, el orgullo,
el odio, la venganza, etc., acompañadas de la avaricia, la lujuria, la gula y
otras más; y desgraciadamente esto va de la unidad a la universalidad: del
hombre a la familia que es la estructura básica de la sociedad; y de sociedades
pequeñas a grandes sociedades, a países, al mundo entero....
Somos informados diariamente por los medios de comunicación o
por contacto directo con otras personas, de los infames secuestros, de los
sangrientos asaltos, de los crímenes perpetrados, no sólo a gente honrada e inocente,
sino hasta a pequeños niños, a quienes después de profanar vilmente, les
sacrifican su vida en flor. ¡Todo esto clama justicia al Cielo! ¡La tierra está
tinta en sangre! No sé cómo podemos vivir tranquilos.
Y qué decir de la prostitución, que ya ha alcanzado aún, a
personas que sabíamos cristianas y decentes.
Naturalmente que estos tres falsos valores buscados y amados
por el hombre de hoy, necesitan de una religión adecuada, un dios, una moral, y
un culto que estén a tono con el hombre de hoy. ¡Bien! Pero, entonces, ¿dónde queda
el Único y verdadero Dios, la sólida moral
y el auténtico culto? ¡Por favor! ¡Qué disparate! Eso es cosa de los abuelos,
de los viejos que ya están en la tumba o van hacia ella: hoy son otros tiempos.
¡Claro que son "otros tiempos"! Si resucitaran los
antiguos, ya no reconocerían al mundo de estos finales de siglo. "Otros tiempos"
porque el hombre ha sido capaz, a través de los años, de profanar la tierra rompiendo
con toda ley hasta convertirla en Sodoma del siglo XX, en vez de haberla convertido
en cielo. Y si se ha atrevido a pervertirla hasta hacerla una Sodoma y no en cielo,
es porque ha traicionado a Dios y, abusando de su libre albedrío, no ha
procedido de acuerdo con las leyes naturales, ni menos aún, con las leyes
divinas: ha renegado de su origen ,de su naturaleza y de su destino, y se ha extraviado
del camino.
Pero si el hombre fue tan audaz de romper con toda ley y
freno para dar rienda suelta a sus instintos y pasiones, Dios, Autor y Creador
de todo, no ha dado paso atrás: no ha cambiado las leyes naturales en nada de
lo creado y menos en la naturaleza humana; de ninguna manera ha invertido o
variado sus leyes divinas. Por tanto, el hombre de hoy, como el de ayer, como
el de mañana, tiene obligación de observar las leyes, tanto las impresas en su corazón,
como las grabadas en las Tablas que el mismo Dios entregó a moisés. De lo
contrario, con todo y el estribillo de que "ya son otros tiempos",
las malas obras serán siempre malas y el castigo será siempre el mismo. Si en materia
grave se desobedecen la ley que el mismo Creador imprimió en la naturaleza, y sobre
todo las Leyes positivas que dictó para los
hombres, si se vive en pecado y se insiste en él, si no hay arrepentimiento y
así se llega a la última hora, el "slogan" de: "son otros
tiempos" no transformará el Juicio Particular: igual que Dios lo hiciera
en el año 1100, lo hará en 1997, y la sentencia será la misma. El hombre diminuto
sólo ha destruido el infierno en su especulación, porque en la realidad existe,
es eterno y es un dogma de fe. (Cf Mth. XXV- 41).
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