Los Nuevos Valores
PODER, PLACER y DINERO
Por Sor Clotilde García
Espejel, E. D.
La solicitud, la ansiedad con que en estos tiempos se busca
el poder, el dinero y el placer, no emergen exclusivamente de las necesidades
reales o aparentes del hombre; sino emanan de la forma de vida de la época
actual, cuyos valores inversos son el dominio, el goce y la posesión. El mismo estudio
académico ya no conduce al anhelo de conocer la verdad o de lograr la
realización personal, sino ante todo, la posibilidad de escalar una situación
económica considerable.
Este afán de riquezas, de poderío y de placeres acarrea
graves consecuencias al hombre solo y a toda sociedad, pues olvidando las
divinas enseñanzas de Cristo: "¿Qué provecho sacará el hombre si ganare el
mundo entero pero perdiere su alma?" y "Buscad primero el Reino de
Dios y su justicia"" (Mth. XVI-26; VI-33), rompe con toda ley para
lograr lo deseado y, por tanto, ningún respeto al otro, al prójimo, pues si le invade
el ansia de poder recurrirá a la calumnia, a la injuria, al crimen; pero, de
una u otra forma, quien le estorbe será aniquilado. ¿Quiere dinero? Pues se
servirá del chantaje, del fraude, del robo, del asalto, del comercio con toda
clase de vicios y, si es necesario, también del crimen. ¿Sus instintos le reclaman
placer? Hay que dárselo empezando con la gula: ¡comer mucho y sabroso ... !
Transmiten hoy una blasfema y nauseabunda propaganda de la
Sal de uvas Picot, que además de parodiar impíamente lo sagrado, invita a comer
como lo hacían los antiguos romanos. La publicidad es así: pecado = comer
mucho; penitencia = malestares; redención = alivio de la sal de uvas, y la
gloria = no el comer decente y cristianamente, sino volver a retacarse hasta reventar.
Bajo, ignorante, inculto, sensual e irreligioso es el publicista que estructuró
esta indigesta propaganda.
Refiriéndonos a otros placeres hemos de mencionar el más
enajenante, pervertido y pervertidor, causa de placeres: el placer sexual, que
ha degenerado hasta lo increíble, subyugando hasta a personas de aparente vida
cristiana.
Otra gran consecuencia del logro de estos falsos valores es
la gran desigualdad y la profunda ignorancia, pues en el afán de la conquista
del poderío, de la sensualidad y la riqueza, a nadie le importa el menesteroso,
el débil, el que realmente carece de lo necesario, y no solamente se le ignora,
sino hasta sele estafa.
Dios creó al mundo armónicamente, y en su infinita sabiduría
vio necesario, para el orden y la paz, una bien lograda desigualdad en toda la
creación y, por ello podemos conocer la altura, la belleza, lo grande y lo
pequeño; pero tal desigualdad, como antes dije, bien lograda, sin extremos, con
una finalidad buena y trascendente. Y así, vemos que en toda sociedad bien
estructurada existen razonables desigualdades que sitúan a cada creatura humana
en tan atinado lugar, que todos logran estabilidad y riqueza. Pero cuando cada hombre,
cada familia, cada sociedad, cada Estado, cada País, pretenden ser los más poderosos,
los más ricos y los más placenteros, resultan las extremas desigualdades: pues mientras
unos nadan en lo superfluo, y desperdician, otros carecen hasta de lo indispensable.
Ser pobre es un privilegió por innumerables motivos, pero ser miserable es una
tragedia, y esto no está en el plan divino. Ser pobre es vivir sin lujos, pero
tener lo que por naturaleza y dignidad le es justo y necesario para vivir y
alcanzar su destino eterno.
Hoy, el sistema mundial ha construido infames desigualdades:
mientras unos gozan sin medida de lo superfluo, otros carecen de lo necesario y
viven miserablemente. Claro que es permitido y hasta loable luchar por el logro
de un buen sitio en la sociedad, así como por alcanzar una estabilidad
económica, siempre y cuando se logre por caminos rectos y no sinuosos. Lo censurable
es querer ser hombre sin ser humano, y dar paso a la materia olvidando al
espíritu, a nuestro prójimo y, consecuentemente, a Dios.
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