sábado, 22 de octubre de 2016

"Beneficios de la indisolubilidad para los cónyuges, para la sociedad y otras utilidades de la indisolubilidad"





EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
 








BENEFICIO DE LA INDISOLUBILIDAD PARA LOS CÓNYUGES

         35. – Cuántos y cuán grandes beneficios se deriven de la indisolubilidad del matrimonio no podrá menos de ver el que reflexione, aunque sea ligeramente, ya sobre el bien de los cónyuges y de la prole, ya sobre la utilidad de la sociedad humana. Y, en primer lugar, en esta misma estabilidad haya el sello cierto de perennidad que reclaman de consuno, por su misma naturaleza, la generosa entrega de su propia persona y la íntima comunicación de sus corazones, siendo así que la verdadera caridad no reconoce límites.  Se establece, además, un fuerte baluarte para defensa de la castidad fiel contra los incentivos de la infidelidad que pueden provenir de causas externas o internas; se cierra la entrada al temor celoso de sí el otro cónyuge permanecerá o no fiel en el tiempo de la adversidad o de la vejes, gozando, en lugar de este temor, de seguridad tranquila; se provee a sí mismo muy convenientemente a la conservación de la dignidad de ambos cónyuges y el otorgamiento de su mutua ayuda, porque el vínculo indisoluble y para siempre duradero constantemente les está recordando haber contraído un matrimonio tan sólo disoluble por la muerte, y no en razón de estas cosas caducas ni para entregarse al deleite, sino para procurarse mutuamente bienes más altos y perpetuos. También se atiende perfectamente a la protección y educación de los hijos que debe durar muchos años, porque las graves y continuadas cargas de este oficio más fácilmente pueden sobre llevarlas los padres aunando sus fuerzas.


COMENTARIO

         El matrimonio católico lleva en sí la condición de ser indisoluble y, esa indisolubilidad, tiene efectos maravillosos cuando los matrimonios, con responsabilidad, saben entenderla, comprenderla y vivirla.

         La indisolubilidad del matrimonio, permanece en la misma esencia y naturaleza del Sacramento, por tanto, ninguno de los dos cónyuges puede romperla. Aun los que suelen separarse e incluso reunirse con otra persona, formar un falso hogar e incluso llegar al adulterio, ya han huido de la indisolubilidad, pero no han podido romperla. Porque desde el momento del sí en el Sacramento del matrimonio, han adquirido la obligación, entre otras cosas, de permanecer por siempre unidos a pesar de todos los pesares.

         Vamos a considerar sólo dos puntos de este párrafo de tan bella Encíclica.

I. La perseverancia que es fomento para la indisolubilidad matrimonial, debe, indudablemente, dar a los esposos una gran seguridad: saben perfectamente que hay que luchar para lograrla, pero las ricas consecuencias del esfuerzo, son muchas y variadas. Es muy duro pensar en los cambios constantes, es verdad que hay que escalar, pero siempre con el mismo fundamento y con la igual finalidad.

         Un matrimonio seguro que cada día lucha por mejorar, por la diaria reconquista obligatoria y, no queda en la rutina, vive con intensidad la alegría y el dolor, pero siempre en el anhelo de vivirlo los dos unidos.
         Pero lo más hermoso de esta indisolubilidad que se alcanza con oración, virtud, abnegación y gran amor, es llegar al final de la carrera con el mismo varón o con la misma esposa, ya que se fue suficientemente fuerte para conquistar y también soportar día a día a la esposa o al esposo.

         A esto se llama triunfo a la capacidad de haber amado y haber conquistado por siempre a un solo esposo o a una sola esposa.

         Porque hoy las mujeres se creen triunfadoras ante la derrota de tener uno o dos “matrimonios” o hasta tres; igualmente el hombre, cuando esto habla de libertinaje, inmadurez, vaciedad… A esto le llamamos fracaso.

         II. Cuando los padres de familia entre las bajas y altas que suele tener un matrimonio católico, son conscientes de que su matrimonio es perpetuo y para siempre y, van dando a los hijos estabilidad, los harán seguros, firmes y, en consecuencia, la conducta de esos hijos será positiva, el contacto con los demás compañeros ofrecerá vigor y alegría. Basado todo en la unidad de sus padres, el niño nace y se va desarrollando en el conocimiento del amor de un padre y de una madre, eso para él, a través del tiempo, es lo correcto, es lo que él ha ido aprendiendo al paso de algunos años. El niño, el joven, no pueden concebir naturalmente ver al padre con otra mujer o a la madre con otro hombre; pues esta conducta hace al niño o al joven inseguro, surge la decepción y el desaliento frente al rompimiento de la unidad de sus padres, que lo llenaba de dones. Pero, todavía más, aquel niño que frente a la unidad y seguridad de sus padres era tan feliz, ahora se torna triste, o desesperado y puede ir cayendo en la amargura.

         En estos últimos años vemos parejas -como dicen hoy- simplemente unidas sin ninguna bendición de Dios y sí con la anuencia de sus padres: “la modernidad”. Otros sólo se casan por lo civil y, ya un número considerable, dejan los Templos y se casan en jardines, en barcos, desde luego por la Iglesia. A mí me confunde esto, conociendo los Cánones de la Iglesia, no sé si estos matrimonios se realicen o no. Lo cierto es que se ha enfriado la Fe. Muchos sí se casan por la Iglesia y dentro del Templo, pero de entre ellos, hay un número muy preocupante de separaciones que llevan al divorcio y al adulterio.

         Lo peor de todo es el descuido de los hijos, ya que, para los hijos al separarse sus padres, se ha roto la unidad, los profundos cimientos, la jerarquía. El ver a sus padres como redentores y, ahora, todo ya deshecho, entra a la búsqueda de otras formas para llenar ese vació de valores. Hoy están con el papá y la familia del papá y mañana están con la mamá y la familia de la mamá y entonces, con doble educación para los hijos, les llega la interrogación “¿Qué es lo bueno y, que es lo malo? ¿Dónde está la firmeza la seguridad de mis padres? ¿Dónde están aquellos días en que todos estábamos unidos? Todo ha cambiado, yo tengo que cambiar”.  Y así vemos en el momento presente una sociedad decadente: Hogares que no lo son, hijos que desbarran hacia el libertinaje, las drogas y, tristemente, al crimen.

         Pero papá y mamá ya no se aman y van a realizarse por otro lado, olvidándose que la máxima realización es la paternidad y la maternidad y que su mayor responsabilidad, ante Dios y ante los hombres, son los hijos.


PARA LA SOCIEDAD.

         36. – Ni son menores los bienes que se derivan para la sociedad, porque nos consta por la experiencia que la inquebrantable firmeza del matrimonio es ubérrima fuente de honrada vida y de integridad moral, y guardando este orden están garantizadas la felicidad y el bienestar de la república, ya que tal será la sociedad cuales son las familias y los individuos de que consta, como el cuerpo se compone de sus miembros. Por lo cual todos aquellos que denodadamente defienden la inviolable estabilidad del matrimonio prestan un gran servicio al público de la sociedad humana.

COMENTARIO

         Así como el cuerpo en relación con el alma tiene tal unión, que resulta una persona humana indivisible e incomunicable, e incluso lleva el hombre en él la vida racional, la vida animal, la vida vegetativa con sus funciones e incluyendo, la conformación en su cuerpo de la existencia mineral en una sola unidad; pues de la misma forma, la persona humana conforma, con todos sus prójimos, una sociedad que sufre y goza según las acciones y actitudes de cada una de esas personas. Un movimiento cualquiera afecta invariablemente a la sociedad entera. Todo lo nuestro, bueno o malo, trasciende a toda la sociedad y lo de otros y de la sociedad, influye de una u otra forma en nuestra propia persona. Por consiguiente, los matrimonios que viven la indisolubilidad, así como sus propios hijos, van dejando una huella positiva, aunque esta huella pudiera perderse en este maremágnum de hoy en la sociedad. Lógicamente los que no entienden de valores, de principios y, por tanto, no dan importancia al matrimonio y menos a su indisolubilidad, van marcando con llagas purulentas a esta sociedad que hoy escandaliza por su impiedad y libertinaje. 


OTRAS UTILIDADES DE LA INDISOLUBILIDAD

         37. – Pero  en este bien del Sacramento, además de la indisoluble firmeza, están contenidas otras utilidades mucho más excelsas y altísimamente designadas por la palabra Sacramento, pues tal nombre no es para los cristianos vacuo ni vació, ya que Cristo Nuestro Señor “Fundador de los venerandos Sacramentos” elevando el matrimonio de sus fieles a verdadero y propio Sacramento de la Nueva Ley, lo hizo signo y fuente de una peculiar gracia interior, por lo cual aquel su “Natural amor se perfeccionase, se confirmará su indisoluble unidad y los cónyuges fueran santificados”.

COMENTARIO

         Aquí veremos que el Sacramento que hace indisoluble el matrimonio y que regala no sólo la Gracia Santificante, a través del Sacramento, sino que da una Gracia de estado, el estado del matrimonio y, en la medida que los esposos se determinen por vivir unidos para siempre, en esa medida tendrán perennemente la Gracia de estado que les ayudará a sobre llevar y a superar las naturales dificultades de la vida matrimonial, así como la espera de los hijos y la educación de los mismos. Reconociendo, que ese respeto al matrimonio, por ser indisoluble, los conducirá a ellos y a sus hijos, después de haber cooperado con Dios a una mejor sociedad. Y los conducirá al Cielo.



Sor Clotilde

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