domingo, 9 de octubre de 2016

"El Tercer Bien: El Sacramento,La Indisolubilidad, Su Restablecimiento por Cristo"




EL MATRIMONIO CRISTIANO.
CASTI CONNUBII
Pío XI, 31 de diciembre de 1930.
 
  


 EL TERCER BIEN: EL SACRAMENTO

30. – Se completa, sin embargo, el cúmulo de tan grandes beneficios y, por decirlo así, hállase coronado, con aquel bien del matrimonio. En frase de San Agustín, hemos llamado Sacramento, palabra que significa tanto la indisolubilidad del vínculo como la elevación y consagración que Jesucristo ha hecho del contrato, constituyéndolo signo eficaz de la Gracia.


LA INDISOLUBILIDAD

         31. – Y, en primer lugar, el mismo Cristo urge la indisolubilidad del pacto nupcial cuando dice: “No separé el hombre lo que ha unido Dios”, y, “Cualquiera que repudia a su mujer, y se casa con otra, adúltera y la que se casa con la repudiada del marido, adúltera”. En tal indisolubilidad hace consistir San Agustín lo que él llama el Bien del Sacramento con estas claras palabras: “Por Sacramento, pues, se entiende que el matrimonio sea indisoluble y que el repudiado o repudiada no se una con otro, ni aún por razón de la prole.

COMENTARIO

         “No separé el hombre lo que ha unido Dios”: Hemos notado que actualmente no se consulta el problema de un matrimonio; sino se comunica sólamente, de manera que si una esposa o esposo -pero sobre todo la mujer- tiene conflictos en su hogar, lo cuenta, como contar cualquier acontecimiento y, los amigos o amigas, fruto de esta sociedad relajada y sin Dios, espontáneamente les aconsejan que se separen, que si ya no están a gusto lo mejor es que cada quien tomé su camino. ¿De dónde cogen estos sujetos, “autoridad”, “conocimiento”, “sabiduría”, para provocar inmediatamente una separación?

         Incluso, muchos padres de familia cuando observan o conocen que sus hijos sufren en el matrimonio, el primer consejo es “sepárate, no es necesario un hombre para valer o ser alguien” y, peor todavía, cuando desde antes de casarse ya les advierten: “estudia hija, prepárate para que no lo tengas que aguantar”; o bien, aunque parezca mentira, al hijo hombre le dicen cómo lavarse la ropa, cómo cocinar algo, por si se separa de la esposa.

         Este relato tan vulgar por común, y tan lejano a la Encíclica, se debe a que perdiendo el mundo el contacto con Dios, de las manos se les han ido los valores cristianos; así como los valores y principios, tesoro de la humanidad. Y a estos consejos tan desatinados y perjudiciales, se debe la separación de muchos matrimonios.

         Y, lo peor, posteriormente los reciben, tanto los padres, como toda la familia y amigos, con el sustituto o la sustituta, pasando por alto el grave adulterio.


SU RESTABLECIMIENTO POR CRISTO

         32. – “Está inviolable estabilidad, aun cuando no en la misma ni tan perfecta medida a cada uno, compete a todo matrimonio verdadero, puesto que, habiendo dicho el Señor de la unión de nuestros primeros padres, prototipo de todo matrimonio futuro: “No separé el hombre lo que ha unido Dios”; por necesidad ha de extenderse a todo verdadero matrimonio. Aun cuando antes de la venida del Mesías se mitigase de tal manera la sublimidad y serenidad de la Ley primitiva, que Moisés llegó a permitir a los mismos ciudadanos del pueblo de Dios que por dureza de su corazón y por determinadas razones diesen a sus mujeres libelo de repudio, Cristo, sin embargo, revocó, en virtud de su poder de Legislador Supremo, aquel permiso de mayor libertad y restableció íntegramente la ley primera con aquellas palabras que nunca se han de echar en olvido: “No separé el hombre lo que ha unido Dios”. Por lo cual muy sabiamente escribió nuestro antecesor Pío VI, de feliz memoria, contestando al Obispo Agriense: “Es pues cosa clara que el matrimonio, aún en el estado de naturaleza pura y sin ningún género de dudas, ya mucho antes de ser elevado a la dignidad de Sacramento propiamente dicho fue instituido por Dios, de tal manera que lleva consigo un lazo perpetuo e indisoluble, y es, por tanto, imposible que lo desate ninguna ley civil en consecuencia, aunque pueda estar separada del matrimonio la razón del Sacramento, como acontece entre los infieles, sin embargo, aún en este matrimonio, por lo mismo que es verdadero, debe mantenerse y se mantiene absolutamente firme aquel lazo, tan íntimamente unido por prescripción divina desde el principio al matrimonio que esta fuera del alcance de todo poder civil. Así pues, cualquier matrimonio, que se contraiga, o se contrae de suerte que sea en realidad un verdadero matrimonio, y entonces llevará consigo el perpetuo lazo que por ley divina va anejo a todo matrimonio; o se supone que se contrae sin dicho perpetuo lazo, y entonces no hay matrimonio, sino unión ilegítima, contraria, por su objeto, a la ley divina, que por lo mismo no se puede contraer no conservar”.

COMENTARIO

         El matrimonio, como dice la Encíclica, su ley es por Mandato Divino, y antes de que Cristo lo elevara a Sacramento, ya estaba en su esencia el Bien de la Indisolubilidad, y repito el texto de este mismo número de la Encíclica del Papa para, que entendamos la indisolubilidad del matrimonio: le dice Pío VI al Obispo Agriense: “Es pues cosa clara que el matrimonio, aun en el estado de naturaleza pura y sin ningún género de dudas ya mucho antes de ser elevado a la Dignidad de Sacramento propiamente dicho, fue instituido por Dios, de tal manera que lleva consigo un lazo perpetuo indisoluble”. Con esto probamos que, de Eternidad a Eternidad el matrimonio es indisoluble y, que nadie ni nada puede romper ese lazo oculto, pero real. Y, todo aquello cuya unión no sea legítima, carece de ese lazo perpetuo. Unión que debe romperse en lugar se conservarse, porque no es una unión según la Ley de Dios.

         Es un mandato de Derecho Divino y, nadie, ni los mismos Pontífices, representantes de Cristo en la tierra y Cabeza Visible de la Iglesia, pueden, en modo alguno, romper por ningún motivo el lazo matrimonial. Por consiguiente, es necesario que el pueblo católico entienda lo que es la anulación, se entiende por anulación de un matrimonio católico: no el rompimiento de la unidad matrimonial, sino el descubrimiento de que ese matrimonio nunca se realizó, por ello es tan importante entrar a una profunda investigación y hallar si hay o no nulidad, de lo contrario, muchos matrimonios existirán auténticos, creyendo que han recobrado la libertad.

No importa el tiempo que se emplee en dicho trámite.


Sor Clotilde

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