LA
SANTA MISA
DOCTRINA CATÓLICA
Así que, es en la
Consagración de las dos especies, que allí reside la Esencia del Santo
Sacrificio de la Misa. Para ello citaremos, hoy nuevamente, al Magisterio de la
Iglesia. Pío XII exclama: “Hay que afirmar una vez más, que el Sacrificio
Eucarístico, consiste esencialmente en la inmolación incruenta de la Víctima
Divina, en la Consagración de ambas especies”.
En cuanto a la
razón teológica, escuchemos a Santo Tomás, quien advierte que, en la
Consagración de este Sacramento, se ofrece Sacrificio a Dios, y al explicar el
modo con que esto se realiza, escribe textualmente: “Por doble motivo se llama
inmolación de Cristo a la celebración de este Sacramento: es imagen
representativa de la Pasión de Cristo, es una verdadera inmolación; en segundo
lugar, por el orden que dice a los efectos de la Pasión, de cuyos frutos nos
hace participar”.
Ahora, para que el
Sacrificio de la Santa Misa, se considere completo y verdadero Sacrificio, ha
de consumirse la víctima en la comunión de las dos especies, realizada por el
Sacerdote. Y aunque la Sagrada Comunión del Sacerdote, no pertenece a la
esencia del Sacrificio, si corresponde a la consumación del mismo.
Por lo tanto, hay
que tomar en cuenta que el celebrante no concluye el Santo Sacrificio si no
comulga; por ello vemos que el Sacerdote comulga Sacramentalmente en todas las
Misas, pues en la Consagración se realiza el Santo Sacrificio de la Misa con la
muerte de Cristo; en la Sagrada Comunión del Sacerdote, se consuma el Sacrificio
con la destrucción de la Víctima. Por lo cual, la comunión del Sacerdote es
necesaria y esto, nuevamente nos lo confirma Pío XII en la Mediator Dei: “La
Santa Comunión pertenece a la integridad del Sacrificio y la participación en
él, por medio de la comunión del Augusto Sacramento. Y, aunque es absolutamente
necesaria al Ministro Sacrificante, en lo que toca a los fieles solamente es
recomendable. Jesucristo siendo la víctima, no podía comulgarse a sí mismo, por
ello a los Apóstoles dió la comunión para consumar el Santo Sacrificio,
entregando su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad con la Sagrada Comunión”.
Advirtamos que cuando
Cristo dice: “HACED ESTO EN MEMORIA MÍA”, fue precisamente el momento de la
Institución del Sacerdocio Católico sellándolo con la Sagrada Comunión”.
Retrocediendo en
el tiempo, nos damos cuenta de que toda Víctima ofrecida en Holocausto, ha de
morir primero, y después ha de ser destruida y consumida. Aclaramos que, si el
Sacerdote consagrara una sola especie, fuera el pan ó el vino con intención,
cometería un terrible Sacrilegio. Y aunque haya consagración, es absolutamente
ilícito consagrar una sola de las dos especies, porque deja incompleto el
Sacrificio. Pues no olvidemos que después de la Consagración, tanto en la
Sagrada Hostia como en el vino, se encuentra en cada una El Cuerpo, La Sangre, El Alma
y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo.
Pero insistimos
que es ilícito y sacrílego consagrar una sola especie. En cada especie radica
el Santo Sacrificio del Calvario, aunque la parte esencial de la Santa Misa es
la Consagración, los participantes, es decir el pueblo católico, sólo puede creer
que ha asistido a la Santa Misa, si la escucha íntegra y no únicamente la
consagración. O, como actualmente, hay quienes sólo permanecen hasta la
predicación y en su gran ignorancia, se retiran porque piensan que ya han asistido
al Santo Sacrificio. Quede claro: la Consagración de las dos especies,
constituyen una realidad formal de la Esencia del Santo Sacrificio.
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Se propagó en un
tiempo, que si el pueblo asistente, no tenía fe en la Consagración, no se
realizaba el Sacrificio de Cristo. Esa es una falsedad, pues basta la fe del
Sacerdote en la Consagración y en la recepción propia de la Sagrada Eucaristía
para que el sacrificio se realice, así que, aunque los asistentes, puede ser
uno ó diez no tuvieran fe en la Consagración, de todas formas, se realizaría la
Consagración. Escuchemos: “Si alguno dijera que las Misas en las que sólo el
Sacerdote comulga sacramentalmente son ilícitas, y, por tanto, han de ser
malogradas, sea anatema” (Concilio Tridentino).
Una vez declarado,
con la luz de Dios, la Esencia de la Misa, procuremos penetrar en un ambiente
espiritual y vivir con fe y devoción el Santo Sacrificio realizado en el Altar.
Y no olvidemos, aunque no recibamos la Sagrada Eucaristía, el Sacrificio se
realiza, sin embargo, la Sagrada recepción del cuerpo Sacratísimo de Cristo es
necesario para los fieles, siempre y cuando estén en gracia y así alcanzar su
propia salvación.
La Pasión del
Señor se representa en la misma Consagración de este Sacramento, en el cual no
debe consagrarse el cuerpo sin la sangre, pero tengamos muy presente que el
pueblo puede recibir el cuerpo sin la sangre; sin que por ello se siga
detrimento alguno; porque el Sacerdote ofrece y toma la Sangre en persona de
todos y, además porque Cristo entero, está contenido bajo una y otra especie.
En esta época que
ya ha durado largo tiempo se abusa de las dos Especies Sacramentales y hay
Sacerdotes que dan la Sagrada Comunión con la Santísima Hostia y la
Preciosísima Sangre de Jesucristo.
Con gran dolor, de
mi parte contemplo en las Iglesias a mujeres con pantalones talladisimos o
faldas y cuellos cortos y exagerados, introduciendo la Sagrada Forma en la
Sangre de Cristo y enseguida pasándola al Sacerdote para que dé la Sagrada
Comunión, me pregunto: ¿Qué objeto tiene que una mujer común tenga en sus manos
el Santo Cáliz con la Sangre de Cristo y le permitan tocar la Hostia y
sumergirla en la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo? ¿Por qué? expliquenlo.
Entre otras cosas,
algo más, sí tanto en el Cuerpo Sacratísimo de Cristo, como en su Divina Sangre
está en cada una de ellas el Cuerpo, la Sangre y la Divinidad de nuestro Señor
Jesucristo ¿Por qué nos dan las dos Especies? Antes sólo se nos daba en grandes
ocasiones todo estaba reglamentado.
Aprendamos en este
capítulo si es que el Sacerdote se indispusiera ó se suscitara otro accidente
podría interrumpirse la Misa, no así en la Consagración y después de la
Consagración, en caso de gravedad ó de muerte ha de buscarse otro Sacerdote que
concluya la Misa. Insistimos que el único que puede celebrar el Sacrificio de
Cristo es el Sacerdote católico y no los fieles; los fieles asisten, participan,
pero no concelebran; pues si la esencia de la Misa es la Consagración y el
único que puede consagrar es el Sacerdote válidamente ordenado; porque así lo
instituyó el Sacerdote Eterno: “Jesucristo nuestro Señor”.
El Sacerdocio
común de los fieles participado por el bautizo, difiere esencialmente del
Sacerdocio Ministerial.
Que esta enseñanza
expresada con sencillez, pero sublime y profunda en su propio ser, sirva para
que asistamos al Santo Sacrificio con respeto, piedad, amor y adoración al
Señor.
Sor
Clotilde
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